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sábado, 14 de agosto de 2021
miércoles, 16 de junio de 2021
A Tinta De Pluma
Presentación
Un libro a tinta de pluma, es una obra surgida en
el empeño de poner en manos de la sociedad, el desarrollo de algunos temas de
gran importancia social, los cuales han sido expuestos de la forma más llana y
sencilla, en procura de que el lector pueda entenderlos sin la necesidad de que
tenga que recurrir al uso de su mayor esfuerzo.
En esta obra, el
autor, ha recurrido al empleo de un nuevo estilo de la pluma, a la espera de
que su público lector, no se vea atrapado en el cansancio que ofrecen algunas
obras de carácter ambiguo e inadecuado.
Cabe señalar, que un
libro a tinta de pluma, no alberga ningún criterio de mal gusto que vaya en
detrimento de lo que es la prudencia y el decoro, pues, el fin primordial de la
misma, aparte de su buena enseñanza, es llevar el entretenimiento al lector, en
procura de atraer aquel hábito de lectura, que desde hace mucho tiempo ha
estado dormido en gran parte de la sociedad.
Auguramos, que la
presente obra, no ofrece ninguna garantía de bostezo, dado a la forma jocosa en
que vienen escritos algunos de sus temas y la manera narrativa en que el autor
ha hecho su ahínco.
PENSAMIENTO DEL AUTOR
Mantén sumo cuidado en
todos tus logros: recuerda que el camino del éxito es largo y espinoso, pero se
hace de seda devuelta al fracaso.
La paz que hay en el
silencio, te llevará a la imaginación casi perfecta de las cosas sin que tengas
la necesidad de verlas.
Si notas que el
camino es demasiado largo, no trates de llegar a paso doble, hazlo paso a paso
y obtendrás más conocimiento.
Si nos negáramos
diariamente a la lectura de un libro, jamás llegaríamos a conocer lo que somos.
Nadie cumple a
cabalidad con todo lo que promete, porque al final, siempre aparece su otro yo
y le arrebata una parte.
Camino entre la gente
declamando versos que enmudecen mi llanto, prosas que ocultan mis lágrimas y
canciones que bailan mis penas.
PRINCIPIO DE LA HISTORIA
Era la noche de un
fin de semana, en la que el cansancio me había enviado a la cama más temprano
que lo de costumbre. El bullicio de la gente de pronto se hizo mudo, como una
grata cooperación a que me quedara profundamente dormido.
Envuelto en aquel
letargo, llegué a experimentar un sueño de fantasía por cada cerrar de mis
ojos.
Lo ocurrido en
aquella noche, no eran cosas muy común en mí, pues a decir verdad, sólo estaba
acostumbrado al mal sabor de las horribles pesadillas. Sin embargo, al verme
atrapado en aquellos dulces ensueños, me puse a pensar que con apenas aparecer
la aurora, se me llenaría el día de grandes sorpresas. Por lo menos eso era lo
que mi corazón presentía y lo que me presagiaba mi cabeza a cada momento.
En aquel estado de ansiedad,
no me llegó más nada a la mente, sino ponerme de pie y caminar hacia el balcón
de la casa, cosa que hice a medio vestir. Allí esperé por un buen rato, sin
siquiera haberme cepillado los dientes.
Era una madrugada
bastante fría, y aunque me encontraba encueros de la cintura hacia arriba, a mi
piel no le importó nada soportar el rocío que venía junto a la brisa que
sacudía la mañana.
El tiempo pasaba, y
mis ojos tenían su mirada tendida por la calle, como si esperaban ver a alguien
que no terminaba de llegar.
Al estar con la vista
fija por mucho tiempo, mis ojos comenzaron a sentir cansancio por tanto
embeleso y buscando distraerlos un poco, guié la mirada en dirección al espacio y fue entonces
cuando descubrí una sombra en forma de pájaro que se movía lentamente en el
aire, que no aclaraba distinguirla bien. Y como si se tratara de una traición
de mis nervios, entreveces la veía alejarse, a pesar de estar más cerca que en
el primer momento.
Aquella lentitud con
que movía sus alas, fue mucho lo que la tardó en ponerla en frente de mí, pero
gracias al empuje que daban los vientos, la distancia se había convertido en
nada, y mis ojos se volvieron grandes con el asombro al momento de reparar que
se trataba de aquel pájaro urraca que una vez se presentara a mi oficina
portando un patuscrito debajo de su ala izquierda. No fue tan difícil
reconocerlo, pues todavía tenía guardado en mi cabeza, esos detalles propios de
su linaje, que lo hacían ser único en el mundo. Aunque debo confesar, en honor
a la verdad, que de haberme guiado solamente
de su fisonomía, habría sido algo
imposible de lograr, pues aquellos ojitos de pájaro sufrido y el océano de
arrugas que había en su rostro, dejaron
destrozada toda su belleza, haciéndolo notar un pájaro viejo y cansado, como si
pareciera estar viviendo sus últimos días. Sin embargo, al encontrarse parado
frente a mí, le dio por sacudir sus alas con mucha energía, buscando aparentar
una fuerza que ya no tenía.
Con esta visita tan
agradable, mi bilirrubina se había elevado al máximo, regándose por todo mi
cuerpo, haciéndome sentir grandemente emocionado. Fue tanta mi alegría, que sin
darle siquiera mis saludos, lo invité a una copa de vino con el mayor agrado de
cortesía nunca ofrecida ni siquiera al mejor de los humanos. Pero para sorpresa mía, lo vi mover
su cabeza de un lado hacia otro, al tiempo que me respondía; no, gracias, en la
sociedad de aves no llevamos eso de costumbre, como ocurre en ustedes los
hombres, que en toda circunstancia de la vida, resulte mala o buena, recurren a
celebrarlo con el alcohol y el vino, como si se tratara de la única solución a
los problemas. Nosotros los pájaros en su lugar, sólo tenemos el agua, como
bebida única y exclusiva y si llegara a ocurrir así entre ustedes los humanos, podrían llegar
a ser los seres vivos de mayor longevidad de la tierra.
Con esa expresión,
pensé que le ponía fin a sus palabras y no fue así, porque se llevó todo un día
hablándome en voz alta, mientras yo hacía silencio, para que su discurso
pudiera ser oído por todas las gentes
del pueblo.
Me comentó aquel fiel
amigo, que tenía muchas cosas que decirme, algunas quizás ya conocidas por gran
parte de los humanos y otras que tal vez desconocieran, pero que eran de mucha
importancia para un mundo moderno que ha tirado al olvido gran parte de su
historia.
Le dije que podía
empezar por donde quisiera, que era todo oídos y comenzó a hablar tan rápido,
que sus palabras casi cayeron encima de las mías. El mentor de la sociedad
secreta la trinitaria y propulsor de la independencia e ideólogo de los
símbolos patrios, JUAN PABLO DUARTE, dejó en conocimiento de los dominicanos,
su gran hazaña como padre de la patria, llegando a definir sus creencias políticas
con un pensamiento, ya conocido por todos los hombres, pero a pesar de los
tantos ecos que ha retumbado en su cabeza, no ha podido dar pie con bola en la
vida práctica de su accionar político. El padre de la patria, dijo “la política
no es especulación, es la ciencia más pura y la más digna, después de la
filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”.
No dijo en ningún
momento, ni siquiera en el caso más remoto, que se trataba de una profesión o
empleo y menos aún que era un negocio ni forma alguna de enriquecimiento.
En el diccionario
jurídico elemental del jurista Guillermo Cabanellas de torres, 1ra edición, septiembre
de 1979, se define como política; “Arte de gobernar, o alarde de hacerlo,
dictando leyes y haciéndolas cumplir, promoviendo el bien público y remediando
las necesidades de los ciudadanos y habitantes de un país”. Como vemos. Nunca
se refirió a que esta ciencia, marcara la solución de situaciones puramente
personales, ni siquiera en el caso más particular. Sin embargo, son muchas las
personas inmersa en este asunto, que han considerado este campo, como si se
tratara de un salto prodigioso hacia la riqueza, donde no solo se aumentan los
salarios por antojo, sino que en el curso de su gestión de gobierno, procuraban
hacerse multimillonarios, saqueando a
impulso de demonio, toda la riqueza del estado.
Con tal razón,
algunos filósofos de la antigüedad, fueron claros en señalar, en qué consisten
las bases, en las que deben sustentarse toda gestión de gobierno, de las
cuales, he considerado prudente destacar, la teoría de platón, sin quitarle ese
gran mérito, que habían tenido muchos otros, que obedecían a pensadores de la
misma época. Este filósofo tenía la seguridad, de que “no acabarían las
desgracias humanas hasta que los filósofo ocuparan los cargos públicos o hasta que
los políticos se convirtieran en filósofos”. Por tanto, si hiciéramos un
estudio comparado, de la definición duartiana en contrapeso a los conceptos de platón,
los resultados fueran de una misma esencia y categoría. En conclusión,
caeríamos en el atino de decir, que no ha pasado un solo presidente por la
historia política del país, que reúna tales cualidades. Por consiguiente, soy
de la convicción, de que no se debe esperar nada bueno de los enganches
políticos, de hombres y mujeres que aspiren a ocupar los cargos más altos, sin
tener el conocimiento de lo que son las ciencias políticas, aparte de que
carezcan de una buena formación moral, que son pilares de garantía para el buen
ejercicio de la carrera gubernamental.
Las carencias de
estos valores, añadidas a la falta de honradez y honestidad, contribuyen en
mucho a la corrupción administrativa, y de paso, a la peor desgracia del
enriquecimiento ilícito.
Cuando el pájaro
urraca, había terminado de narrarme estas cosas, me sentí algo conmovido, los
pelos de mi cabeza se alborotaron, como si un terremoto hubiera sacudido mi cerebro.
Le pedí que parara, que no quería recordarme de tantos gobiernos corruptos que
habían pasado por el país, dejando destrozada toda su riqueza, porque podría conducirme a algo, que
no tuviera pensando hacer. Por tanto, preferiría mejor no escucharlas. Todo eso
le dije, pero él no quiso callar y siguió hablándome de otros males sociales
que vinieron sucediendo a través de los tiempos.
Entonces me dijo: si
nos remontáramos a sólo tres cuartos de siglo atrás e hiciéramos una
comparación de la vida social, cultural y política de esa época, con los
actuales momentos que vivimos, las diferencias encontradas, resultarían casi
increíbles, si las mismas no se hubieran dado en las propias narices del
hombre. Estos cambios o transformaciones, promovidos en su mayor parte, por los lazos afectivos,
que en los últimos años, han venido desarrollándose entre naciones grandes y
pequeñas en el orden mundial, ha dejado mucho que pensar.
Hago la mención de sólo
esos tres aspectos, porque es precisamente ahí, en donde ha tenido más
percusión, con la promoción de notables ofertas, cuyo motivo y fin perseguido,
va más allá de lo que podría llamarse buenas intenciones de cortesía.
La razón que me trae
a tratar este tema con tanta seriedad, no quisiera que vayan a pensarse o
creerse, que no sienta alguna simpatía por la xenofilia, ni tampoco, que las
cosas debieron quedarse estáticas en el tiempo, no, jamás ese concepto ha formado
parte en mi creencia, porque sabemos a ciencia cierta, que todo se mantiene en
un constante movimiento, ya sea que lo notemos o no, y que tienden a fluir o cambiar en el curso de la
vida. Por lo tanto, toda su conformación viene sujeta a sufrir los cambios o
transformaciones devenidos de la propia naturaleza. Sin embargo, esas
alteraciones o cambios surgidos en el aspecto social, cultural y político, en
mucho de sus casos, son debidos mayormente a las influencias de las grandes naciones, y la otra,
podría atribuirse a lo que la sociedad misma, en una lucha constante de intereses,
ha llegado a producir.
Nadie podría negar,
que el ser humano, movido por fuerzas que responden a intereses muy
particulares, haya llegado al extremo, de recurrir al uso de las armas más
destructora del sentimiento humano, como lo son la mentira, el engaño y la
traición.
El afán de riqueza y
poder, ha sido para el hombre, el punto clave para desafiar toda clase de
peligro con tal de lograrlo, y es, que
llegar a ser millonario cargado de juventud y sin pasar ningún trabajo, sería
la mejor oferta que podría ofrecerle la vida. Pero también ha de saberse que en
ese mismo paquete, podrían venir envueltos los riesgos de perder la honestidad,
la vergüenza e incluso la propia existencia.
La traición, el engaño y la mentira, usados como herramientas para llegar al poder, generan fatales consecuencias al ser humano, y aunque crea considerarse vivo, ya es hombre enterrado para los habitantes de un pueblo a quien se le ha mentido y engañado.
Esta observación,
plantea una de las diferencias de lo que era una nación con consciencia de
clase enclavada en el pasado, a lo que es hoy esa misma nación, compuesta por
sentimientos modernos donde todo se toma a juego, como si a nadie le importara
en lo absoluto el quebrantamiento de sus instituciones. Hoy resulta, que ser vagabundo, traidor o delincuente, daría
casi lo mismo que ser un hombre serio, honrado y honesto. Sin embargo, hace
poco menos de un siglo, la conducta moral del individuo, tenía arraigos muy poderosos en la
formación de los seres humanos. Eran comportamientos chocantes en la conducta
del hombre, y muy reprochables por su yo
interior, pues la moral como tal, era como la propia ley dentro del individuo y
este se sentía avergonzado con sólo pensar en la comisión de algún acto vandálico, porque le temía al reproche que le daba
su propia conciencia. Las actividades delictivas y criminales eran muy escazas,
porque se le temía demasiado al desprecio que hacía la sociedad, hacia ese tipo
de personas, cosas que han venido perdiendo su esencia en el hombre moderno.
Quizás la razón de
todo, podría deberse más bien, a que en la familia ha existido un gran descuido
en la educación de sus hijos, en las últimas
cuatro décadas, conociendo a fondo, que
con la falta de aplicación de este método , no se hace más que rendirle un gran
homenaje a la delincuencia. De ahí, que nazca la necesidad, de venerar más al
vicio que a su propia familia.
Este defecto social,
es lo que acarrea la incrementación del delito y el crimen, que son los peores
regalos que se les puedan dar a una nación.
Cuando un pueblo
llega al colmo de verse atrapado en ese marco antisocial, la buena formación
moral, es como si fuera el peor bochorno para el individuo, y por consiguiente,
su grado de honestidad y honradez, serían muy escasos.
Hay otra cosa que
también va sumiendo a los pueblos en el atraso, es la falta de amor hacia los libros, algo que
tarde o temprano, los lleva a conformar
una población de ignorantes, donde el pendejo, el idiota y el imbécil son el
blanco fácil, haciendo posible que para
cazar a miles, no sea necesario de que se tenga al ojo una buena puntería. Con
razón lo de aquella frase que dice: “que cuando la ignorancia traspasa los límites,
el cerebro termina acatando todas las ideas, aun la de su propio enemigo”. Con
esto no se quiere decir que en “los tiempos del abuelo”, la ignorancia no
existía, sería muy exagerado considerarlo así, pero tampoco eran estas cosas
las que se esperaban para los tiempos presentes; sino que hubieran menos y no
la cantidad asombrosa que existe en la
actualidad.
Pues, el que nuestros
abuelos creyeran en la existencia de las “brujas chupa niños” o en el “vacá cuida fincas”, no resultaba
exactamente igual, a que después de que diéramos tantas ruedas en el tiempo, se
siga creyendo en esas mismas cosas y en otras mucho peores, “como en el caso,
de que si naciste en agosto será esclavo de leo, o si fue en el mes de
noviembre tendrás que seguir la suerte de escorpión. Y para colmo, llegar a celar
o matar a la esposa, porque un signo zodiacal te dice que tengas cuidado con
una traición amorosa.
Todas esas cosas, nos
llevan a la conclusión, de que estamos viviendo en un mundo donde la ignorancia se compra por paquetes, por ser el producto más barato que hay
en el mercado.
La historia de los
pueblos, no debemos perderla nunca de vista, porque tiene tanta importancia como
el presente mismo. Es allí, donde toda nación trae guardado sus hechos, sus costumbres
y sus grandes valores.
Si ponemos la mente
fija en el recuerdo, nos encontraremos con que la buena preparación del
individuo, era buscada con mucho entusiasmo y esfuerzo y el
hábito de lectura era como una inspiración que venía del fondo del alma, sin embargo, hoy se perfila una gran escasez de lectores, ante un
creciente número de hacedor de libros, o sea, traducido en otras palabras, es
como si se tratara de la peor condena de muerte, el tomar un libro en las manos para leerlo, no sabiendo que el verdadero
fracaso de cualquier sociedad, siempre está contenido en la misma ignorancia.
Hay una frase que dice: “La medicina que cura la ignorancia se encuentra en los
libros, sin embargo, son muchos los que la padecen”.
Un pueblo que no lee, nunca sabrá de dónde viene
ni qué rumbo lleva, y eso está pasando
casi en todos los países pobres del globo terráqueo, porque su juventud se ha
ido acostumbrando a tener el vicio como brújula, importándoles más un día de fiesta, que el propio trabajo y
que la misma escuela.
Hace apenas unas seis
décadas, un limpiabotas leía mas periódicos a la semana que zapatos que
limpiaba, y no era de ningún asombro que junto a su material de limpieza,
hubiera también dentro del cajón, una revista aunque fuera de memin, una novela de calimán o algún librito cualquiera,
para leerlo en su momento de descanso, hasta que le llegara algún cliente. Y
aunque vistiera una ropa harapienta, daba gusto conocer el grado de cultura que
llevaba adentro. Su escritura y vocabulario eran como de profesionales, pero no
de esta época, sino de aquella, que eran completamente buenos.
Hoy, sin embargo, son
muchos los académicos que cuelgan un diploma o certificado en su oficina, que
fue ganado sólo porque anduvieron de arriba para abajo por los pasillos de un
centro de estudio, pero no porque lo tuvieran bien merecidos. Ya que su tosco vocabulario
y las faltas de ortografía, podrían arrebatárselo de nuevo.
Cuando hablo de
profesional, lo incluiría en las diferentes ramas del saber, trátese de
médicos, abogados, ingenieros y también de aquel otro que me faltó por
mencionar.
Todas estas cosas
nacen en su mayor parte, cuando se estudia una carrera sólo para ganar dinero,
no para prestar un buen servicio conforme lo requiere la patria, que es lo que te lleva a la necesidad de tener
que aprender bien las cosas.
Me comentó el ave
urraca, que sólo los libros llevan al hombre al conocimiento, sin embargo, es
lo que menos le gusta hacer, y por tanto, con esa inaptitud, serían pocos los pueblos que llegarían
a lograr su total independencia. Pues, el que no sabe, o aprende a medias las
cosas, siempre se verá en la obligación de tener que depender de aquel que más
sabe.
Hace alrededor de
unos quinientos años, el filósofo, político, abogado y escritor inglés, Francis
Bacon, llamado también,
padre del empirismo filosófico y científico, escribió aquella frase que dice:
“El conocimiento es poder”. El entendía que mientras más conocimiento se
adquiría sobre las cosas, más poder tendría.
Mi pregunta es, ¿Tenía
razón este hombre de ciencias en lo que decía?, el asunto es, y lo sabe todo
mundo, que el conocimiento no llega por sí solo, ni tampoco bastaría únicamente
con desearlo, es cosa que necesita de esfuerzo, dedicación y sacrificio y algo
de voluntad aunque no fuera mucha.
Los pueblos necesitan
del progreso y este nace principalmente del desarrollo y capacidad intelectual
de sus habitantes, del amor al trabajo y al estudio. Ningún país del mundo ha
progresado sin una buena educación y un buen método de enseñanza, tomando esto
como proyección, es la
única forma en que las banderas de los pueblos podrían levantarse a tal altura,
que llegarían a ser vistos desde cualquier otra nación del mundo, por muy lejos que esta se encontrara,
y al mismo tiempo, ser dignas del mayor respeto, en obediencia a sus méritos alcanzados
y sus grandes logros.
Ninguna nación, nació
grande nunca, fueron los cerebros grandes de hombres y mujeres los que lograron
convertirla en un país poderoso. Quienes lleguen a dudarlo, sólo tienen que
examinar sus historias, quizás esto les ayude o contribuya a la fuerza de hacer
grandes también las suyas.
Daría mucha pena
decirlo, pero es así, el atraso intelectual en que están sumidos la mayoría de
los pueblos, se debe a la poca inversión que hacen sus gobiernos en la
industria del saber, que son las que llevan a la juventud de cada nación, a
conocer y estudiar las ciencias que promueven el desarrollo de todo
conglomerado, evitando con ello, que caigan de forma brusca en las drogas y el
vicio, que son los peores destructores de la mente humana.
No tendríamos razón
alguna para existir, si no les pudiéramos dar a la patria la fuerza de levantar
su bandera lo más alto posible, meta que jamás podría lograrse, si no se contara
con el apoyo total de sus gobiernos, de manera constante y bien sostenida. Sólo
así, sus hombres y mujeres, en especial, aquéllas mentes jóvenes de la
sociedad, que es donde descansa la verdadera
fuerza del progreso, podrían obtener esos
grandes logros.
Hablando con seriedad,
me urge decir, que las cosas que terminaba de enseñarme este pájaro urraca,
nunca dejaron de sorprenderme, pues ni yo mismo como ser humano, tenía tanto
conocimiento de cosas tan importantes como éstas, como las poseía él, y al oírlas brotar de su pico por
vez primera, me llenaron de mucha fe y esperanza, pero luego recordaba que la juventud ya no estaba conmigo, que se
había ido junto a los años que había vivido, y ahora, sólo era un pobre viejo
cansado y abatido, como aquella ave que se encontraba al frente mío. Como él,
también tuve la fuerza de sacudír mi ánimo, pensando en la juventud de mi pueblo, pero noté algo muy
malo en ella, y era que tenía su cerebro alquilado a las drogas y el vicio desde
hacía mucho tiempo.
En ese momento, el
pájaro urraca me notó cabizbajo y puso su pata derecha en uno de mis hombros,
como de consolación a mi pesar, a la vez que se mudaba a otro tema, en procura
de levantar mis ánimos. Esta vez, casi me moría de la risa, de no haberla
tenido tan lejos, pues me trajo un relato muy jocoso, como para que yo me relajara un poco. Aquí me habló de la
historia de una familia de clase alta, que su afición gastronómica consistía
únicamente en la carne de pájaros. Como este era su plato favorito, las
resorteras en aquel hogar, las había de todas clases, pero entre todas ellas, las más usadas eran las fabricadas por
ellos mismos, las cuales eran hechas con horquetas de árbol, dos tirantes
elásticos de buena resistencia, especialmente de los tubos de gomas de carro o
bicicleta, y con pedazos de suelas de cuero. Los proyectiles, se trataban de pequeñas
piedras redondeadas, que sabían colocarlas en el pedazo de suela, y luego
halaban con fuerza los tirantes, del largo del brazo hasta su pecho, soltaban
la suela y la piedra salía a gran velocidad en busca de su presa.
Martín y Rumalda, eran
personas acomodadas, por no llamarlas muy ricas. Esta familia no tenía la
necesidad de andar matando pájaros para poder alimentarse, pero según su médico
privado, era la única forma de que mantuvieran una buena figura y gozaran de un
rico vocabulario, para lo cual, les había sugerido alimentarse sólo con la
carne de las aves silvestres, porque la carencia de grasa que había en ellas,
era la fórmula ideal para poder lograrlo.
Por ser este su plato
dietético, provocó en ellos la dificultad de permanecer fijos en un solo lugar,
pues en la medida que las aves escaseaban, tenían que migrar a otro sitio que
les ofreciera una mejor garantía para su sustento.
Adondequiera que se
mudaban, gastaban una fortuna en compra de grandes porciones de terreno, dineros,
con el que podrían sobrevivir por largo
tiempo comiendo los mejores platos del mundo, pero el afán de tener una figura
hermosa y atlética y gozar además, de un fino vocabulario, aquello no les importó
nada y decidieron llevar una vida sin rumbo fijo, comprando y cultivando la
tierra por dondequiera que iban de todas clases de árboles frutales que fueran de mucha atención para las aves. También usaban un
espacio para el área de jardinería, donde sembraban gran cantidad de flores
para atrapar a los zumbadores o pájaros “picaflor” del que su médico les había
dicho que el comerlos, llenaría de filosofía sus cerebros.
Las aves silvestres
no tenían ninguna escapatoria por muy alto que crecieran los árboles, ni por
pequeño que fuera su tamaño, ni rápida su velocidad. La puntería de Martín y su
esposa Rumalda, era sumamente certera. Sin embargo, la de su hijo Demetrio, no
gozaba de esa peculiaridad, y aunque sus padres, les habían regalado varios
resortes traídos “de fuera”, este nunca quiso usarlos en perjuicio de los
pájaros y mientras sus progenitores se alimentaban diariamente con ellos, su
hijo Demetrio jamás quiso hacerlo, porque aparte de que se trataba de simples pajaritos,
estaba totalmente convencido de que
aquel galeno, lo que buscaba con sus recetas, no era más que ordeñar los
bolsillos de Martín Cruzado, y doña Rumalda, como lo hacían todos los políticos
corruptos cuando llegaban a la silla.
Aquel joven entendía,
que todo lo que se movía sobre y debajo de la tierra, se debía a una razón
natural que debía ser respetada por todos los seres que gozaran de mayor
entendimiento. Esa era la razón de que a su estómago no llegara nunca nada que
fuera de esa naturaleza, a excepción de aquellas cosas que en busca de alguna
carnada, quedaban enganchada en el anzuelo por su propio gusto. Como llegó a
ocurrirles a sus padres, que por ir en busca de saciar su deseo, se propusieron
emigrar a otras tierras donde hubiera una gran variedad de aves que le diera
más esbeltez a su figura y mejor calidad a su vocabulario.
Cuando emprendieron
aquel viaje, Colombia le resultó pequeña, a pesar de la gran diversidad de aves
silvestres que embellecía su paisaje;
Brasil le fue igual, lo mismo que Perú y ecuador, sitios donde degustaron los
platos más finos y variados de la carne de pájaros.
En verdad, me comentó
el ave urraca, que no sabía que la naturaleza fuera tan celosa y despiadada
cobrando los daños que el hombre les
hacía y que llegó a darse cuenta, aquel día en que Martín y Rumalda, salieron
de caza a la zona más profunda de la selva y fueron secuestrados por aves
gigantes de patas y picos fuertes y filosos. Luego de aquel apresamiento, fueron
llevados a la tribu de pájaros con gran dominio y poder, que eran las aves
encargadas de la justicia de los montes. Allí había varios troncos de árbol,
donde amarraban a los intrusos para interrogarlos a punta de fuete y arañazos,
hasta que llegara la hora de celebrar un juicio donde debían probar su inocencia.
Por fin aquella hora llegó
y al momento subió un pájaro parecido al águila, que se sentó en el sillón
correspondiente al juez, este pájaro era el ave fénix, el pájaro más viejo en el ejercicio de la
carrera judicial de las aves; la barra acusadora, estaba representada por
un ave de gran tamaño que respondía al
nombre de avestruz; en la defensa publica, había un ave con pecho de rey, a
quien todos llamaban el cóndor; el alguacil de estrado, era un joven pichón que
no tenía ningún distintivo, pero sabía que se trataba de él, por el rol de audiencias que cargaba en sus manos; casi
junto al juez, había una pajarita de secretaria, perteneciente al linaje de los ruiseñores, sé que era de esa
familia, por el pintalabios atrevido que tenía puesto en su pico.
El ave fénix, como
presidencia del tribunal, miró a la sala con ojos escudriñadores, advirtiendo
en el acto, que faltaba un imputado, se trataba de aquel galeno que le había
metido en la cabeza a Martín y Rumalda, que la carne de pájaros era la dieta
ideal para lograr una buena figura y nutrir las neuronas del cerebro que se
ocupaban de la inteligencia. Al momento un telefonema del tribunal llevó el
aviso al cuartel de pájaros con asiento
en la ciudad, para que condujeran al doctor figurín, al tribunal de la selva,
para que fuera juzgado de manera conjunta con los demás implicados.
Las órdenes no se dejaron
esperar, y al momento fueron ejecutadas a luz de rayo, conduciendo al facultativo
al banquillo de los acusados.
De inmediato comenzó
el juicio, no sin antes tomar las generales de cada uno, dejando abierta las
audiencias en materia penal.
La palabra le fue
dada al avestruz para que leyera la acusación y si estaba en condición de
concluir. De igual forma se hizo con el abogado de la defensa, por si tenía que
hacer algún pedimento, el cual, acto seguido, señaló al juez de la causa, que
ningún tribunal de pájaros tenía calidad para conocer asuntos que fueran propios de la justicia humana y por tal razón,
carecía de competencia para conocer de la presente acusación y en ese sentido, solicitaba
al honorable magistrado, de manera incidental, que se declarara incompetente y
ordenara la declinatoria del expediente a la justicia de los humanos, por ser
el tribunal de la competencia en razón de la materia.
El avestruz, que era
un ave con mucha experiencia en materia penal, se opuso de inmediato a ese
pedimento, en razón, de que ningún juez de la ley humana, poseía los conocimientos
necesarios de las ciencias ormitológicas,
y que además, esta justicia ha sufrido todo el tiempo de ceguera y para
colmo, siempre andaba con los ojos vendados, situación que podría dar lugar a que los crímenes cometidos quedaran impunes y en ese caso,
era algo que sólo estaba garantizado por el tribunal de los pájaros, que se había
mantenido toda una vida con los ojos abiertos. Que propiamente, el hecho de que
su diosa de la justicia se mantuviera con los ojos vendados, dejaba reflejado el
gran miedo de tener que mirarse ojo a
ojo con el delito y el crimen, como ha venido pasando en los últimos tiempo.
El ave fénix, que sabía
muy bien por donde andaba el buen criterio del avestruz, rechazó el pedimento
que había hecho el cóndor, acogiendo en todas sus partes sus conclusiones, por
ser justas, bien fundadas y reposar en prueba legal.
La palabra fue dada
nuevamente a la fiscalía para que concluyera al fondo, quien seguido solicitó
al tribunal, la condena de treinta años de cárcel para los come aves de Martín
y Rumalda y la misma pena para aquel
obrero de la medicina, por considerarlos culpables de los hechos que se les imputaban.
Luego, la palabra pasó
de nuevo al cóndor, como pájaro defensor, para que expusiera sus medios de defensa, quien solicitó
enseguida al ave fénix, como juez de la causa, que ordenara la libertad pura y
simple de sus representados, toda vez, que el avestruz, como representante de
la acusación, no había presentado al tribunal ningún medio de prueba en su
contra, que las resorteras encontradas en manos de sus clientes no daban ningún
indicio de culpabilidad, por no tener las huellas del crimen y que las mismas,
no eran más que una obra de arte de tipo artesanal, jamás usadas para matar
pájaro alguno.
El avestruz, que vio
desplomarse todo su propósito, con la gran defensa que hiciera el cóndor, no le quedó más remedio que bajar
la cabeza al momento que caía al suelo fingiendo un mareo, cuestión de que el
ave fénix, ordenara un receso y pudiera de esta forma llegarle algo a la cabeza
que le sirviera de ayuda. Por suerte, el doctor figurín, que todavía seguía
sentado en el banquillo de los acusados, gritó diciendo; soy doctor, señor
juez, yo puedo examinarlo. Estas palabras despertaron las neuronas del
avestruz, quien repuso de inmediato, exijo las pruebas de ADN. Concedido, contestó
el ave fénix, y Rumalda y su esposo Martín, salieron 98% positivos sangre de
pájaros.
Del galeno, no hubo
que buscar mas nada, porque habían mas recetas que pájaros muertos, aunque el
avestruz, terminó acomodando su pena, bajándola a veinte años de prisión, por haber
ayudado al fiscal a conseguir las
pruebas del delito, al pronunciar la palabra “examen” en el momento oportuno.
Allí, en una gayola
selvática, vigilados por una ley que nunca se ha vendado los ojos, quedaron Martín,
Rumalda y figurín, renegando ir a una corte de apelación, que estaba compuesta
por los carniceros más feroces de la selva.
No sé si el pueblo
había tenido la gentileza de entender a cabalidad la enseñanza que terminaba de
dar este pájaro urraca, quizás si le digo lo que entendí yo, pudiéramos llegar
a saberlo mejor, pero sería bueno esperar por el desenlace de otras historias
que esta ave silvestre nos tiene guardado.
Cuando el ave urraca,
se adentró a comentarme la historia de ese juicio celebrado en un tribunal de
la selva, pensé que ocurriría como acostumbraba a pasar en el tribunal de los
humanos. No porque dudaba de su sapiencia y el buen manejo en esos menesteres,
sino, porque era de mi conocimiento que todas las ciencias por muy exacta que
fueran, siempre dejaban un espacio vacío en el cerebro que sólo la lectura
terminaba de llenar. Pareciera como si
las mismas fueron creadas con ese defecto o si lo trajeran desde antes de su existencia, para obligar a
los hombres a que tengan que complementarla con los libros. Sin embargo, no sabía que existiera en
la selva tanta sabiduría y conocimiento, que sirviera de aprendizaje a las gentes del pueblo.
Esto fue lo que me
vino a la cabeza, en lo que aquel pájaro se preparaba para contarme otras de
sus historias.
Esta vez se refirió a
un pájaro político, que viajó desde un simple montecito donde vivía, para
instalarse en la selva, capital de las montañas, con el fin de involucrarse de
forma directa con el “mundo de la politiquería”, y de esta manera conquistar la
presidencia en la sociedad de pájaros.
Los principios
políticos de esta ave, estaban infectado de la avaricia desde cuando apenas era
un pajarito que ni siquiera sabía limpiarse las nalgas, pero al ver la forma
fácil en que se hacían ricos los demás pájaros que llegaban al poder, decidió
formar un partido al vapor, para agrupar a las demás aves del monte, que
todavía conservaran la cara de pendejos. Aquello fue monstruoso lo que pasó
allí, pues resultó ser el partido más grande de la historia, sólo bastó con que
a las aves de pluma fina, les ofreciera altos cargos en las instituciones del
estado, nidos propios a los pájaros de los comités de base y dirigentes medios,
que no tuvieran hogar propio donde vivir, y tarjeta de solidaridad a los demás
pajaritos que estaban pasando hambre.
Los que nunca habían
tenido su cobija, se volvieron locos de alegría; los que no tenían posición
alguna, regaron lo poco que tenían de capital, a las aves más pobres, con la
intención maldita de recogerlo por saco después, cuando fueran dueños del
poder; y los que estaban muriendo del hambre, se soñaban con la esperanza de tener
sus estómagos satisfechos aunque fuera por un día.
Aquel pájaro
demagogo, que aspiraba a presidente, se había aprovechado de aquella cantidad
de ignorarles, que sabían distinguirse en la sociedad, por su gran carencia de
conocimiento y su forma dócil de caer en la trampa.
Esa falta del saber,
hacía que los pueblos no se conocieran ni siquiera así mismos, llegando a ser
conformistas a todo lo largo y ancho de las ciudades. Así esperaban cada cuatro
años, hasta que volviera cualquier pelafustán y les llenara la cabeza de
promesas, ofertando comida al hambriento, posición al avaro y techo al descubierto.
Las urnas se
abrieron, y al otro día, ese pobre pueblo ya no podía sacar su voto de aquel cajón,
donde había quedado atrapada su esperanza. Después de un tiempo, las promesas
fueron echadas al olvido, y ningún pájaro había tenido la construcción de su
nido; las tarjetas de solidaridad
eran como el hambre misma pelando los dientes y las posiciones eran del
disfrute de las aves de pluma fina, que como el propio gobierno, llegaron a
hacerse multimillonarios, cargando con la riqueza del pueblo, que luego iba a
parar a bancos chinos, españoles e ingleses.
El peso oro dejó de existir y el que había quedado en su lugar,
tenía menos valor que una guayaba podrida. Ahora, eran muchos los infelices
que caminaban por el pueblo con las alas
en la cabeza, maldiciendo a un gobierno de pájaros, que dejaba enterrada su fe
y su esperanza. Por suerte, que no era un gobierno de humanos, donde la
justicia se desvanece frente al poder y las relaciones.
Aquellas aves
hambrientas, recurrieron a jueces del monte, que no vendían su conciencia y una
fiscalía que sin ningún miedo agarraba con fuerza la espada de la ley, enfrentando a delincuentes y
ladrones.
Aquel tribunal,
estaba compuesto por un juez nuevo, que conocía mucho de lavado de activo y
delitos de alta tecnología, cosas de las que muchos jueces no tenían
conocimiento, pues los mismas se aprendían en las naciones grandes de esas
mismas de donde vinieron una balsa de máquinas que pusieron a descansar los
cerebros humanos, para que sus neuronas se tostaran por la falta de uso, y no
pudieran rescatar el valor de su moneda, del oro y la plata, del cobre y la
bauxita.
Me comentó el ave
urraca, que se le había olvidado señalar, que en aquel salón de audiencia,
había un pájaro fiscal, experto en crimen avanzado, pues esas mismas naciones
les habían puesto un nombre nuevo al mismo crimen de un tiempo atrás.
Me señaló esta ave,
que un robo, seguiría siendo robo, aunque se hubiera cometido con alta
tecnología, que a la sociedad de aves no le interesaba, que fuera de alto o
bajo calibre, lo importante era que se hiciera justicia y que no quedara
impune, como acostumbraba ocurrir en la ley de los humanos.
En fin me dijo aquel pájaro
urraca, que había también en el tribunal una secretaria que escribía con muchas
faltas de ortografía y un alguacil que no sabía bien leer.
Con el pecho parado
de “picapleitos”, había un pájaro de pico largo, que pertenecía a la defensa
pública.
El juicio apenas
había empezado y ya el pájaro defensor estaba buscándole cinco patas al gato,
solicitando al juez, el aplazamiento de la presente audiencia, en razón de que
no había completado el estudio del expediente y que en caso de que fuera
denegado, se estaría incurriendo en una violación al derecho de defensa de su cliente.
El juez, rechazó el
pedimento, en virtud de que había transcurrido más de un año, en que el
ministerio público le notificara la querella y además, era la tercera vez que
había solicitado lo mismo. Sin embargo, en cuanto a este pedimento, me dijo el
ave urraca, que el abogado de la defensa tenía mucha razón en solicitarlo,
porque se trataba de un caso muy complejo, que aparte de que habían varios funcionarios implicados en el
hecho, las violaciones eran demasiadas, las cuales iban desde alteraciones de
facturas de compras de medicamentos de hospitales hasta los más grandes desfalcos de
la cosa pública, nacidos de contratos atrevidos con firmas internacionales.
Pero el juez ya no podía volver atrás, después de haber hablado por sentencia.
En fin, le cedió la
palabra al ministerio público para que concluyera, y este, después de hacer una
buena motivación, solicitó al juez, que fueran condenados a una pena de treinta
años de trabajos públicos y al pago de una multa de veinte millones de pesos
oro, para ser cumplidos en la cárcel principal de la selva.
Entonces, el
magistrado se dirigió al pájaro de la defensa, invitándole a concluir, quien
con gesto de un buen litigante, había pedido al tribunal, que la fiscalía
terminaba de dar un salto al vacío con la presente conclusión, toda vez que no
había ofertado al plenario ningún medio de prueba que arrojara luz al presente
proceso sobre el hecho puesto en causa, que lo único que buscaba la fiscalía
con ese aparataje, era enterrarlos políticamente, y en ese sentido, era una
obligación del tribunal, de ponerlos inmediatamente en libertad, dictando un no
ha lugar en favor de sus clientes, ya que
la pena solicitada y también la multa, eran mal fundadas, improcedentes
y carentes de base legal, en razón, de que ni la pena de trabajos públicos ni
la multa en pesos oro, estaban estatuidas en el código penal.
-El juez, para que el
fiscal no siguiera metiendo “la pata”, le negó el derecho a las réplicas, y se levantó
del sillón, para irse a deliberar.
Al momento volvió a
la sala de audiencia, diciendo: doy entero crédito a la magistral defensa que
hiciera en este plenario el abogado de la defensa, elogio firmemente la forma
profesional en que se ha manejado en el curso del presente proceso, en donde
sus ex ponencias han sido
tan claras y precisas, que obligarían a
cualquier juez, a tomarlas en consideración para otorgar un descargo puro y
simple; en especial, cuando la fiscalía, que era la encargada de romper la capa
de inocencia de los imputados, no hizo más que sembrar incoherencias en el juicio,
que no hicieron otra cosa que robustecer en gran parte al abogado de la
defensa, como si se tratara de un ministerio publico vendido a precio de
favores. No obstante, en ese caso, me veo en la obligación como juez de la
causa, a rechazar los treinta años de trabajo públicos, que solicitaba la
fiscalía, sin embargo, entiendo y veo con claridad, que el abogado de la defensa
no ha justificado a este tribunal, qué pasó
con todos esos millones que faltaron en su gestión de gobierno, siendo ellos
los únicos responsables de salvaguardar la cosa pública, como forma de garantizar
la confianza que el pueblo le había depositado. En este sentido, me veo
obligado como juez de la causa a examinar con mucha seriedad, este punto oscuro
que no ha sido aclarado en este plenario, y en consecuencia, los considero
civilmente responsables de los daños y perjuicios sufridos por el pueblo, por
tanto, en lugar de condenarlos al pago de una multa de veinte millones de pesos
oro, hago la pertinente variación, y los condeno en nombre de este pueblo, al
pago de un día de cárcel por cada peso oro de multa. Así lo ordeno, mando y
firmo.
Me comentó el ave
urraca, que aquella decisión cansó mucho
revuelo en la sociedad de aves, llegando a ser aplaudida en cordilleras, montes
y valles, donde quedaban jueces y abogados que vivieron enamorados del código
de procedimiento criminal, mas hubo una parte de abogados y jueces modernos,
que llevaron sus críticas por todo el mundo, en
especial, a aquellas naciones de la nueva generación, que vivían inventándose un sin número de cosas
nuevas, para luego vendérselas a un precio muy caro a los pueblos más pequeños.
Fueron esas mismas
potencias, las que llegaron a inventarse, que si corregía la mala acción de un
hijo, podría causarle un daño psicológico
y moral que interrumpiría su buen desarrollo, como si sus padres tenían que
dejarlos a rienda suelta, sin castigar sus malas acciones.
Mi pregunta es, ¿y
quién más que sus padres para sentir el dolor de cualquier desgracia que les pasara
a los hijos?, pero no, ahora los vástagos tienen hasta su propio código del
menor, y hay de ti si llegaras a corregirlo de forma drástica dándole su jalón
de orejas, porque podrían acusarte de maltrato o violencia familiar. Con razón,
aquellos países donde había menor índice de delincuencia juvenil, la ola de
crimen, el irrespeto y la falta de moral, había llegado a un crecimiento tan alto, que la patria no podía dormir
tranquila, con la ola de atraco, robo y muerte que había por sus calles.
En la sociedad de
pájaros, no hicimos ningún caso a esas recomendaciones, ni llegamos a crear
ningún código de la mierda, que venga a quebrantar los derechos del padre en la
buena crianza de sus hijos. ¿O acaso Juan José y Daña Manuela, no llegaron a
corregir nunca a su hijo Juan Pablo Duarte, e incluso a darle sus nalgadas y
sus jalones de orejas? ¿No lo hizo también don Pedro y doña Nicolasa con
Gregorio Luperón y don Miguel y Francisca con Juan Sánchez Ramírez, ¡¡claro que
llegaron hacerlo!!, en esa época, no hubo nadie que se escapara de esas
reprimendas, que iban desde el uso de una rama bien ripiada, las chancletas o
las correas y hasta el guayo y la piedra. Sin embargo, créase o no, aquella
crianza, que hoy se cree obsoleta, fue lo que marcó la diferencia, de que gocemos
en la actualidad de una nación libre y soberana, y de mejor templanza moral.
Esa gloria patria,
fue debida a esos hombres que cuando niños, vivieron bajo el marco de
corrección de sus padres, y a pesar de los fuertes castigos, nunca perdieron la
brújula de llegar a ser verdaderos hombres de historia. Entonces, que no venga
a decirme a mí nadie, que la corrección a un niño, haciéndole saber que la ley
más fuerte en la casa descansa en las manos de sus padres, le resultaría de
tropiezo para su buen desarrollo.
En los hogares
modernos, he visto a hijos enfrentar a sus padres de la forma más atrevida,
faltarles al respeto con mucha frecuencia e incluso hasta írseles encima con
grandes provocaciones y amenazas, que han sabido terminar con lesiones de
muerte.
Como pájaro, respeto
mucho las buenas intenciones que están envueltas en algunos tratados
psicológicos, que vienen rodando de los países grandes con el propósito de dar
escuela a los pequeños pueblos del mundo. Como si estos carecieran de
costumbres propias y de sensatos
ideales. Pero la culpa de todo
esto, no la tiene ningún pueblo, sino que llegan arrastrados por
corrientes políticas en contubernio con
sus gobiernos, y legisladores, que no son capaces de crear sus propios modelos
y hacer ejemplares conquistas.
Como ave silvestre,
siento mucha pena por los humanos de mentes pequeñas, que mientras no renuncien
a ese bajo estatus, las grandes mentes le impondrán sus ideas, les inyectará
sus principios y le hará cambiar a la fuerza sus costumbres.
Son muy pocos los
pueblos de américa, a los que no se les ha mezclado su cultura con las de otras
naciones, a tal punto, que ni siquiera sabría distinguir cuál es la suya.
Por suerte, nosotros
las aves seguiremos siendo pájaros libres, en un futuro que estaría lleno de
esclavos por todas partes, y no me refiero al trabajo de minas con grilletes en
los tobillos, porque aunque este resulte inhumano, existen muchos que los son
más peores, y pasan desapercibidos por la conciencia de los hombres, como lo es
el tapón en los oídos que se ponen la mayoría, para escuchar los disparates
desde una maquina o teléfono celular, o pasarse un día entero oyendo los
trabalenguas que repiten un mundo de obscenidades, creyendo que son canciones.
En verdad, que jamás
me había pasado por la mente, que hubiera tanta sabiduría en una cabeza tan
pequeña y menos en la de un pájaro, que aunque había tenido la suerte de conocer parte de sus vivencias en tiempo atrás, sin
embargo, esta vez me había dejado atónito, al hablarme con tanta propiedad, de
cosas tan grandes y valiosas, que de no haber venido de su pico, nunca las hubiera
creído. Lo más trascendente de esto, era la certeza infinita en que exponía sus
palabras, diciendo una que otras historias sin siquiera hacer un receso o dar
un simple tartamudeo. Sus expresiones iban enlazadas a ritmo de un orden que nunca
dieron paso al silencio, como si
estuvieran aprendidas de memoria. Una de las cosas más emocionantes, fue cuando
me dijo que él había presenciado una audiencia en un tribunal del pueblo de los
humanos, donde un ex presidente se había reído de la justicia, haciendo creer
al juez, que había abandonado la silla, sin clavarse un sólo centavo, y que sus
acompañantes, habían salido del poder más pobre que cuando entraron.
En ese mismo momento,
de decir aquellas palabras, ocurrió lo mismo que pasó en la crucifixión de
Jesucristo, el cielo se puso negro y se hizo una tarde tan oscura como la noche
en donde nadie allí podía verse. Las plagas cundieron el tribunal de arriba a
abajo, pero como también eran negras, confundiéronse en la oscuridad y se marcharon
juntos con el gobierno, aplaudiendo su libertad.
Me comentó este
pájaro, que esas cosas sabían ocurrir con mucha frecuencia y que venían dadas
como señal, cuando un juez dejaba en libertad a un culpable o cuando condenaba
a inocente.
En aquella tarde
negra, el pueblo se llenó de luto al ver la justicia morir e sus ojos, por
causa de aquel magistrado que a sus años de juez, todavía llevaba la creencia
“que si llovía con el sol afuera, era porque una bruja se estaba peinando”.
Al presenciar este hecho tan descabellado, mi
uso de razón me llevó a preguntar, de qué clase de neuronas estaba compuesto aquel
cerebro; pero como él, eran muchos los que habían en el pueblo, que sólo los
nombramientos los hacían magistrados.
Recuerdo de aquella
tarde, que nada valió para que el pueblo llegara a ver a ese malvado ocupando
la celda más oscura de una perra cárcel. Ni siquiera las oraciones que hice, ni
los dedos en cruz pronunciando su nombre, todo esto me resultó en vano, hasta las
maldiciones que dije, y los improperios que pronuncié, ninguna cosa de estas me
sirvió de nada.
Entonces sentí mucha
rabia desde aquel momento, al ver que ni siquiera la prensa, tampoco habló más
de esto, como si la tinta de su pluma se hubiera secado por no usarla nunca en beneficio
de la humanidad.
De aquel suceso, sólo quedó latente el runrunear
de la conciencia del pueblo, que a lo largo de los años, también se moría con
su propia gente y luego nacían más pendejos de la misma semilla, como si fueran
cosas de un padecer eterno.
De aquel escenario
tan horrendo, vinieron traumas a mi cabeza, cuando vi ir a ese hijo de puta por
culpa de un juez, que ni siquiera se percataba del valor de la gruesa cadena de
oro que bajaba de su cuello, que era más valiosa que el costo en que saldría al
día de hoy, la construcción del reloj público de San Fernando de Montecristi; y
que su mirada ciega, jamás se percató del reloj de lujo que traía en la muñeca,
que tenía más valor que lo que se había gastado en la edificación del faro a Colón.
Yo sí que pude verlo
todo desde la ventana por donde entraba la brisa a aquel recinto, como también
me di cuenta, cuando el señor fiscal escondía los papeles donde estaban las
pruebas que le había dado el pueblo, y aquellas treinta años de cárcel que
fueron esfumados por el cambio de carro que le habían ofrecido.
Sé que soy un pájaro
del monte, al que nadie quizás haga caso, y tal vez, tampoco les interese leer
estos relatos, pero quiero que sepan que nacen de lo más sincero que llevo
dentro. Tampoco quiero que piensen que guardo alguna desconfianza con las
enseñanzas ofrecidas por sus ciencias políticas y jurídicas. Todo lo contrario,
de lo que temo realmente es de la falta de capacidad intelectual y el
desconocimiento de cultura general que ha en algunos letrados. Pues no bastaría
con que conozcan los códigos al dedillo, con esto sólo se estaría preparado
para saber qué o cuál pena aplicar, que son cosas muy distintas de lo que se
puede deducir del conocimiento que aporta la cultura general en el dominio de
las cosas, que es lo que tiende a darle a los hombres el mayor factor de
inteligencia para un mejor discernimiento.
Aquel día cuando vi
esa orden de libertad comprada, me fui tras ellos mirando desde arriba, para espectar
de cerca cuan bien lo celebraban en esas altas torres, lugar donde acostumbraban
practicar y esconder sus mañas, me fue fácil divisarlo todo, viendo con mucha
claridad, donde miles de botellas de la vieja cosecha de los mejores vinos,
desde un Vega Sicilia, Royal Tokaji Essencia y el famoso Aurumred, esperaban en
silencio en grandes mesones, hasta que llegaran los dueños del mundo.
Después de aquel
festín, que inició con gran desperdicio, se vieron miles de botellas rodando
por el piso, con tanta sobra adentro, que podrían abastecerse por un año entero,
pero sus borracheras llegaron a ser tan grandes,
que de tanto beber, aquel buen vino llegó a “saberle” a mierda.
Allí se quedó desperdiciado
en gran abundancia, todo el dinero que
faltaba para llenar los hospitales de medicamentos y con lo que podrían comprarse los platos de comida
que venían ausentados de la casa del
pobre, desde hacía mucho tiempo. Entonces, sentí que el dolor y mis lágrimas
sacudieron mi pensamiento, sacando de mí un espantoso resuello que me convirtió
en comunista de la noche a la mañana, cuando vi aquel pueblo que esperaba
tranquilo la hora de su muerte.
La rabia se hizo
fuerte y tomó mi memoria poniéndome a pensar en ese fusil con el que antes
soñaban los verdaderos revolucionarios, pero mis patas de pájaro no tenían
fuerza para levantarlo. Sólo por eso, nunca apareció escrita mi valentía en la
historia de los humanos.
Siguió comentándome
el ave urraca, que no fueron pocos los enemigos que bajaron de lo alto,
apuntando sus armas contra él, cuando llevó su voz de alerta a la sociedad de pájaros,
advirtiéndole del peligro que se correría con la escogencia de presidentes y ministros que crecieran
de la debida preparación moral para garantizar un buen gobierno. Pareciera como
si ellos mismos no se consideraran aptos para dirigir y hacer un gobierno
ejemplar. Sin embargo, los pájaros y pájaras del pueblo, que vivían bajo el hechizo de la ignorancia y
en un conformismo eterno, convertían a cualquier pájaro malnacido en
presidente, aunque después anduvieran con las manos puestas en la cabeza, ya
que un huevo sancochado, significaba para ellos, la solución de todos sus
problemas.
Me siguió comentando,
que en varias ocasiones había llegado a denunciar la corrupción administrativa,
pero que era un tema, que resultaba ser hasta pasado de moda para muchas de las
aves, pues la mayoría de ellas, ni siquiera les hacía caso, porque al ocurrir de forma tan
corrida y constante, ya se había convertido en una costumbre y el pájaro o pájara
que no robara en su gestión de ministro o de gobierno, no recibía ningún
aplauso del pueblo al abandonar la silla.
Así mismo pasaba
cuando les hablaba en contra del consumo y comercio de drogas, a nadie le
importaba esa vaina, era como si el mundo de pronto se hubiera puesto del revés, y a los pájaros les
importara una cosa como la otra; fundir
sus cerebros en el veneno del vicio o fracasar a destiempo en la corta carrera
que ofrecían los carteles. En fin, un pájaro sin “cojones” no pedía abordar
este tema, porque la delincuencia había llegado a tener más poder, que los
conferidos a un gobierno por la Constitución, si no es que pudieran andar
juntos por ahí agarraditos de las manos.
De robos y atracos u
otros delitos de tipos antisociales, a veces valía más pena callarse la boca,
que mencionarlos, porque recibiría los
ataques de pandillas, a las que la propia policía de pájaros tenía que huirles,
porque poseían más armas que el propio cuartel general de la sociedad de aves.
Llegaban momentos, en
el que las autoridades, siendo los dueños de la justicia y del orden, tenían
que negociar casi a beneficio de mitad
con los malhechores, porque de irse a las fuerzas, podrían terminar con
el pulso en el suelo.
Frente a esa
debilidad de la ley, la sociedad de pájaros, también se iba haciendo
delincuente para poder salvar su pellejo, no quedándole otra salida que tener
que apretar bien los puños para defenderse del agresor, ya que su esperanza en
la ley, cada vez se veía más desgastada, por ir perdiendo el apoyo que esa
institución le ofrecía.
Llegué a darle tanta
mente a esa situación, que me puse a culpar a los jueces de ineptos,
atreviéndome a decir “que el conocimiento de la ley que tenía un juez, por muy
amplio que fuera, no le era suficiente para llevar a cabo la aplicación de una
justicia efectiva, si no acudía con urgencia al uso del buen criterio que le
ofrecía su conciencia”. Esas cosas surgieron de mi cabeza de pájaro, cuando vi
a muchas aves condenadas a veinte años por el simple hecho de haber defendido
sus propias vidas y sus derechos legítimos. Pareciera como si hubiesen copiado
de aquello que rezaba el código penal de los humanos, que decía “que nadie
podía hacer justicia con sus propias manos”. Pero, qué otra cosa podría hacer
un pájaro, si el sistema judicial donde vivía, no le garantizaba el mas mínimo
respeto a sus derechos, incluso, el de la propia vida?
En medio de aquella
situación, me propuse llevar mi fe y esperanza envueltas en el silencio a la
espera de que amaneciera algún día viviendo en un mundo nuevo, pero mi pueblo
seguía siendo el mismo a través de los años, y en nada cambiaba, permitiendo
que los valores sociales permanecieran en un contante desequilibrio, donde la
moral y la costumbre lucían quebrantadas, por los actos desvergonzados de
pájaros, pájaras y pajaritos, que no sentían el mas mínimo respeto por la
constitución y las leyes.
Estos casos, me
llevaron lejos en el pensamiento y logré irme a los tiempos de antes, en donde
nada de eso pasaba, ni siquiera en el caso más remoto se veía ocurrir, el que
un hijo le faltara al respeto a sus padres o que levantara un arma contra él. Los
atracos tampoco existían y si por cualquier desliz de la moral, alguien intentaba robar algo, se cubría
el rostro entero, dejando apenas los simples orificios para su vista hacia
fuera, porque no aguantaba la vergüenza de que alguien supiera de quién se
trataba. Eran así las cosas en aquel tiempo.
Recuerdo que cuando
era yo un pajarito de corta edad, Salí de mañanita con mi cajón de limpiabotas,
con miras de conseguir el pan diario de la vida y ocurrió, que fue un día en el
que llegó la noche sin que parara de llover. No pude limpiar a nadie siquiera
un par de zapatos. Sentí tanta hambre en mi estómago, que llegó a nublar mis
ojos y el juicio por completo. Metido de cabeza en mi propia calamidad, se me presentaron
dos opciones de las que sólo debía elegir una sola de ellas. Robarme una
cajetilla de cigarrillos de una paletera que había en el frente de una casa,
para luego cambiarla en un colmado por pan y salchichón o irme de regreso al
nido con el estómago vacío y dejarme morir de hambre. Si les estoy contando
esta historia, creo que estaría de más decirles por cuál de las dos me decidí.
Sería bueno
confesarles, que desde ahí en adelante mi conciencia jamás se mantuvo tranquila,
sentía que mi yo interior me reprochaba cada día que miraba mi cajón de limpiar
zapatos y aunque había pasado mucho tiempo de aquel acto ilícito, la conciencia
no quería dejarme en paz. Era tanto así, que hasta me decidí en cambiar de trabajo,
a pesar de me gustaba mucho, sólo para ver si lograba suprimir un poco ese ataque
de conciencia que me embargaba. Sin
embargo, hoy el gansterismo social y político, había llegado a quebrantar casi todas
las instituciones del estado, y digo
casi todas, porque a nadie le gustaba ir en socorro de aquellas que por estar
en bancarrota, estuvieran necesitando de
una mano amiga que las levantara, pero nunca aparecía ese político valiente que
quisiera salvar la patria, sino encontrarlas en buen estado para saquearla. Sin
embargo, la propia justicia, en lugar de condenar al culpable, sólo había
sabido convertirlos en grandes héroes.
Yo sabía que la
justicia tenía sus defectos, pero no creía que fuera tan depravada, conociendo
que era la única garante del orden y la estabilidad social de los pueblos.
También entendía que era ciega y hasta llegué a sentir admiración por ella en
algún momento, pero después de saber que también se hacía rica con la misma
economía que producía el delito y el crimen, aquel amor que sentía por ella, lo
cambié por el rencor que ahora llevo adentro.
Todas esas cosas
desagradables me pusieron a pensar, que un país donde las instituciones estuvieran
regidas por criminales de carrera y representadas por mandatarios y legisladores que sean
portadores de una misma ideología, también el poder judicial que deviniera propiamente
de ellos, no serían más que un grupo de hombres quebrantados de conciencia, que
no sustentarían con verdadero ahínco, el concepto empírico que predominaba en
el uso de la toga y birrete. Partiendo de esta tesis, se caería en la necesidad
de tener que entender, que en una sociedad donde los tres poderes del estado se
encuentran totalmente desgastados, no existiría un solo día en el que el crimen y el delito dejara de
salir a las calles a causar sus fuertes ataques.
Ha de saberse
también, que en todas naciones donde haya un poder judicial debilitado e
inseguro, un sistema político obsoleto y demagogo y un poder legislativo de
mentes atrasadas y carcomidas por la ignorancia, jamás faltarían los
conflictos y la inestabilidad social, la corrupción institucional y el
desorden.
Siendo así, tampoco
podríamos pedirles a ningunos de ellos que acudieran en socorro del pueblo, porque ni siquiera
ellos estaban en condición de brindarse a
sí mismos los primeros auxilios.
Producto de esa
impotencia en que vivía la sociedad, surgían grupos vandálicos, con un nuevo estilo de crimen y delito
que la mantenía en el peor desasosiego de tener que aguantar en silencio los
ataques malditos de la delincuencia.
En verdad que jamás
me había pasado por la cabeza, cosas tan insólitas como las que me había dicho
esta ave, y hasta me atrevería a
señalar, que habría que tener un corazón muy resistente para que las historias
de este pájaro, no causaran al hombre ninguna conmoción que sacudiera su ánimo,
o al menos, hacer la diligencia de examinar a fondo la verdadera causa de su
pobreza.
Otra cosa que hizo
conmoverme aún más; fue cuando me habló de la isla donde vivía, que para muchos
de sus habitantes, dizque estaba dividida en dos partes, pero eso era para el
que la mirara solo desde lejos, pues los que permanecían adentro de ella, sabían
que se encontraba dividida en tres: las aves de color negro que ocupaba un
pedazo de tierra al otro lado de la frontera, y la otra parte de la isla que
también estaba virtualmente dividida. De un lado vivían los pájaros pobres en
un completo abandono, alimentándose del aire, por tratarse de ser algo natural
que no podía venderse, no, porque no quisieran hacerlo, sino porque la madre
naturaleza se los tenía prohibido. Después todo lo demás, tenía un precio tan alto
que llegaba hasta el cielo.
Los sueldos o
salarios de los obreros, eran tan miserables que se gastaba en la compra de la purina
del perrito Chihuahua que tenían en la casa.
Nacer en ese lado
oscura de la isla, era como padecer de la angustia y el sufrimiento eterno. El
morir al nacer, resultaba de más ganancia, que si se juntaran todos los sueldos de una larga vida, y
se los devolvieran al triple.
Sin embargo, en la
otra parte de arriba, parecía como si se tratara de una copia fiel de lo que son
las maravillas del mundo; sueldos de lujos, alimentos importados de gran
calidad, grandes mansiones y altas torres, carros y jeepetas del año,
aviones y yates privados y grandes cuentas de ahorros en bancos asiáticos y
europeos.
¿Quién discutiría que
no se tratara de una isla que estuviera dividida en tres partes: las aves de
raza negra que vivían al otro lado de la frontera, las aves de pluma fina, que vivían
en la parte de arriba en altas torres y los pájaros infortunios, que ocupaban la
otra parte de tierra, donde la pobreza causaba
los más grandes estragos. Esa era la
verdadera realidad de la isla, donde las provincias más lejanas a la ciudad, vivían al amparo de la “gracia de
Dios”, porque las únicas fuentes de trabajo con las que contaban, vivieron
gobiernos de mentes ignorantes, que se pusieron a firmar contratos de
privatización con pájaros de mentes muy desarrolladas,
que supieron jugar un buen ajedrez poniendo ellos todas
las reglas.
En este momento, pasó
a hablarme de su propia historia, que nada tenía que ver con lo que terminaba
de explicarme. Aquí lo vi humedecer sus ojos con agua de tristeza, sin embargo,
seguía hablándome haciendo poco caso al dolor que sentía por dentro.
Me dijo que un día
por la tarde, mientras sus padres charlaban con él, en la rama de un arbusto,
muy cerca de donde estaba el nido, una piedra salida de una resortera, alcanzó
la cabeza de su padre, y que cayó al suelo sin vida. En ese momento, su madre
le ordenaba que entrara a su nido, y cuando volvió a salir de allí, también
ella, yacía sin vida junto a su padre. Luego, apareció un hombre carente de piedad,
quien los echó en una bolsa que colgaba a sus espaldas y se los llevó. Desde
ese momento me quedé huérfano de padres, y para colmo, sin techo donde vivir,
pues varias de las piedras que lanzó aquel criminal, se llevaron parte del nido,
dejándolo casi al descubierto.
Por ser apenas un pichoncito
carente de fortaleza, me costaba mucho trabajo reconstruirlo y allí en una de sus
ramas soportando sereno, sol y agua, pasaba mis noches y mis días.
Para olvidarme un
poco del hambre que pasaba y de la falta que me hacían mis padres, me propuse hacer un cajoncito de
madera para echar los materiales de limpiar zapatos e irme a un parque que me
quedaba cerca de aquel arbusto que me servía de techo con sus grandes hojas, y tratar
de ganarme la vida limpiando calzado.
Había árboles más
frondosos que el mío, sin embargo, era en aquel arbusto donde en sus ramas,
todavía se encontraba manchitas de sangre de la que derramaron mis progenitores,
aquel día fatal en que ocurrió su
muerte, por eso nunca quise separarme de él.
Recuerdo que no tenía
ropa adecuada para salir a la calle y menos a un parque donde se daban cita tantas
figuras connotadas, pero se trataba de mi supervivencia y no podía dejarme
morir.
Cuando empecé mi
labor, me presenté ante una gran cantidad de pájaros, con unos pantalones que
tenían más agujeros que los que tuviera aquel guayo que mi madre me había
dejado de herencia en la cocina.
A veces por algún
descuido mío, las risas de las pajaritas me advertían de que estaba enseñando mí
parte íntima y al percatarme, aquello me resultaba de mucha vergüenza.
Los tenis que llevaba
puestos en mis patas, los recogí un día de un basurero, que ya venía con un sicote
ajeno que al juntarse con el mío, era la misma fórmula del veneno, pero al menos
podrían evitar que me ensuciara las patas o que llegara a resbalar con los
desperdicios que tirara al suelo, algún pájaro político.
Mis alas, no llegaron
a ponerse nunca nada de olor, ni siquiera el de una desodorina, que era el más común
de los quita grajo de un tiempo muy atrás,
por lo que tenía que volar sin abrir mucho mis alas, para hacerme un favor a mi
mismo de que pudiera sobrevivir.
En fin, para qué te cuento,
si también como yo, eran muchos los pajaritos que andaban en la misma situación.
Viviendo en esa
forma, llegué a darme cuenta que la pobreza nunca había sido amiga de nadie, y
sus maltratos eran tan crueles, que si no hubiera existido primero que ella, la
honestidad y la vergüenza, nadie la soportaría ni siquiera por un rato. Sin embargo, aunque me había dejado sin nido y sin comida, me
enseñó a caminar por el mundo con mucha valentía, y a no sentir envidia por la
suerte del rico.
Me olvidaba decirte, que
ese rechín que salía de mis alas y aquel sicote que brotaba de mis patas, había
anunciado mi llegada al parque, haciendo que todos los dejaran abandonado. Hasta
los que esperaban por citas amorosas también se fueron, otros que se marcharon fueron
los políticos y los que sin muchas ganas leían el periódico. Sin embargo, vi a
un solo pájaro quedarse allí, se trataba de un ave que vestía saco y corbata de
las que usaban los intelectuales. Al no verlo marcharse huyendo de mi presencia, me dio a
entender que no era político, ni tampoco un pájaro cualquiera. Más bien, se
parecía a una de esas aves que le gustaba mucho leer, porque le vi un periódico
en sus alas, al que no le quitaba la vista de encima. Sus patas las tenía
cruzadas, con un gesto de pájaro de mucha clase o de creerse algo más que eso.
Pensé preguntarle si quería limpiar los zapatos negros que tenía puestos en sus
patas, pero no quise ser imprudente con interrumpir
su lectura. Entonces busqué una forma de hacerme notar, ocupando la parte vacía
de su banco. Cuando reparó mi presencia, pensaba que haría lo que habían hecho
los demás, pero nada de esto ocurrió, al contrario, sintió mucho agrado con
verme a su lado.
Me dijo, soy abogado,
ahí entendí el porqué de no sentir repugnancia por mí, era un pájaro que
conocía la constitución y sabía tratar a todo el mundo con la misma igualdad y
derechos.
Me pidió que limpiara
sus calzados y después que lo hice, no quiso pagarme en efectivo, me montó en su
vehículo y me llevó a dar un paseo por una de las tiendas de la ciudad, me
compró ropa, zapatos y desodorante, y entonces me dijo, ya nadie podrá huirte.
Como tú, yo también pasé por esa etapa de la pobreza. Puede ocurrir que por dentro
nadie tenga nada de especial, pero si anda bien montado, ya sólo eso le arrebataría
la atención a cualquiera, ese es nuestro mundo, en donde nadie se fija en la
parte humana, sino en la vanidad y la
fantasía.
No resultaría de
asombro, si llegáramos a ver una cucaracha metida en un buen traje, para esconder
la sucieza que llevaba adentro y pretender conquistar el mundo, pero una vez
logrado, enseñaría desde arriba sus tres pares de patas largas, que aunque se
las cortara, nada evitaría que lo siguiera siendo.
Eso fue lo que me
dijo ese pájaro abogado, pero yo desde pichón había aprendido que los defectos no
se ocultaban, se corregían, y cuando terminó de hablar, le devolví con mucha
cortesía, la ropa, los zapatos y el desodorante que me había comprado, pues si
tenía que ocultar mis defectos para triunfar, era mejor quedarme con mi ropa harapienta,
mi grajo y mi sicote, que eran la parte humana, que mis padres muertos, me
habían dejado de herencia.
Cuando el pájaro
urraca terminaba de hacerme este comentario, me dijo que quería referirse a una
institución de la sociedad de aves, que si no estaba entre las más importantes,
entonces, habría que reconocerla como una de las más necesarias en obediencia a
la función que ejercía. Y aunque para otros, quizás no les pareciera así, a él, le resultaba algo más que eso. Se refería a la institución
policial de pájaro, pero, que antes de adentrarse a ese comentario, quería
hacer una antesala, con la historia de un pájaro loco que llegó a desplumarse
por completo en plena vía pública, y comenzó a dar vueltas en forma de espiral como
Dios lo trajo al mundo.
Aquello se convirtió en
un gran desorden de un momento a otro, por las ocurrencias de aquel pájaro.
Los pájaros y pájaras
del entorno, se agruparon haciendo mucha algarabía, y sus fuertes gritos
irrumpió el silencio de toda una cuadra.
Al rato llegaron los
pájaros policía con miras de restaurar el orden. Lo primero que salió del
oficial de patrulla fue una pregunta, que nadie contestó por el bullicio, esta
fue: qué pasa aquí? Pero al no tener respuesta del público, entró a la fuerza
seguido de los demás. Cuando vieron que se trataba de aquel pájaro sin juicio,
le entraron a macanazos y patadas de la forma más cruel y despiadada, hasta
dejarlo inconsciente.
Luego de aquel abuso,
un pájaro turista que pasaba por allí, en repudio a ese maltrato, optó por desplumarse
y al exhibir su cuerpo al desnudo le decía a la policía: abusadores por qué no
me lo hacen a mí, para mandar a quitarles los uniformes a todos?
La policía se
intimidó, y respondió diciendo: sabe por qué no lo hacemos con usted, porque
estamos al frente de un pájaro con juicio.
Quería contarte
primero esta historia, me dijo el pájaro urraca, para que pudieras entender lo
que te voy a contar ahora. _ Una institución policial, requiere de una
conformación de pájaros y pájaras de buena semblanza, en su historial de costumbres,
aparte de que sea un ave respetuosa, debe ir ligado a ello, la vocación de servicio,
conocer el valor que tiene su escudo y su bandera, la honestidad y el respeto
ciudadano. No todos los pájaros estarían preparados para llevar ese uniforme, pues
les quedaría muy grande a una cantidad increíble, cosa que sería de gran
peligro para una nación.
Como pájaro de
experiencia, puedo asegurar, que como llega la corrupción al palacio de
gobierno, al congreso y al poder judicial, por la puerta ancha de un recinto policial,
podría entrar con más facilidad. Es por eso que no se debería confiar en nadie,
sin primero valorar o requerir de una depuración de carácter exhaustivo, que
promueva la entrada de cualquier pájaro al ejercicio de tal o cual oficio. Sin este
método, puesto como ante sala a una institución, sea ésta cual fuere, no me
atrevería en poner en marcha ningún nombramiento, y más en aquellas que son de tan alto prestigio, como lo tiene la carrera
militar y policial.
Los valores de la
patria, los garantiza sus instituciones, y con ella, cada uno de los miembros
que las conforman, desde el que ocupa el cargo más insignificante, hasta el que
ostenta la función más alta. Para ella, son todos importantes, en razón de que
constituyen un solo cuerpo, y por lo tanto, cualquier desequilibrio o debilidad
que presenten los de abajo, por muy simples que sean, tendrían percusiones muy graves
en la institución entera.