LOS TRES MUNDOS DEL INFIERNO

miércoles, 16 de junio de 2021

A Tinta De Pluma


                           Presentación

Un libro a tinta de pluma, es una obra surgida en el empeño de poner en manos de la sociedad, el desarrollo de algunos temas de gran importancia social, los cuales han sido expuestos de la forma más llana y sencilla, en procura de que el lector pueda entenderlos sin la necesidad de que tenga que recurrir al uso de su mayor esfuerzo.

En esta obra, el autor, ha recurrido al empleo de un nuevo estilo de la pluma, a la espera de que su público lector, no se vea atrapado en el cansancio que ofrecen algunas obras de carácter ambiguo e inadecuado.

Cabe señalar, que un libro a tinta de pluma, no alberga ningún criterio de mal gusto que vaya en detrimento de lo que es la prudencia y el decoro, pues, el fin primordial de la misma, aparte de su buena enseñanza, es llevar el entretenimiento al lector, en procura de atraer aquel hábito de lectura, que desde hace mucho tiempo ha estado dormido en gran parte de la sociedad.

Auguramos, que la presente obra, no ofrece ninguna garantía de bostezo, dado a la forma jocosa en que vienen escritos algunos de sus temas y la manera narrativa en que el autor ha hecho su ahínco.

 

 

 

 

 

                             PENSAMIENTO DEL AUTOR

 

Mantén sumo cuidado en todos tus logros: recuerda que el camino del éxito es largo y espinoso, pero se hace de seda devuelta al fracaso.

La paz que hay en el silencio, te llevará a la imaginación casi perfecta de las cosas sin que tengas la necesidad de verlas.

Si notas que el camino es demasiado largo, no trates de llegar a paso doble, hazlo paso a paso y obtendrás más conocimiento.

Si nos negáramos diariamente a la lectura de un libro, jamás llegaríamos a conocer lo que somos.

Nadie cumple a cabalidad con todo lo que promete, porque al final, siempre aparece su otro yo y le arrebata una parte.

Camino entre la gente declamando versos que enmudecen mi llanto, prosas que ocultan mis lágrimas y canciones que bailan mis penas.

 

 

 

 

 

                        

 

 

 

 

 

                            PRINCIPIO DE LA HISTORIA

 

Era la noche de un fin de semana, en la que el cansancio me había enviado a la cama más temprano que lo de costumbre. El bullicio de la gente de pronto se hizo mudo, como una grata cooperación a que me quedara profundamente dormido.

 

Envuelto en aquel letargo, llegué a experimentar un sueño de fantasía por cada cerrar de mis ojos.

 

Lo ocurrido en aquella noche, no eran cosas muy común en mí, pues a decir verdad, sólo estaba acostumbrado al mal sabor de las horribles pesadillas. Sin embargo, al verme atrapado en aquellos dulces ensueños, me puse a pensar que con apenas aparecer la aurora, se me llenaría el día de grandes sorpresas. Por lo menos eso era lo que mi corazón presentía y lo que me  presagiaba mi cabeza a cada momento.

 

En aquel estado de ansiedad, no me llegó más nada a la mente, sino ponerme de pie y caminar hacia el balcón de la casa, cosa que hice a medio vestir. Allí esperé por un buen rato, sin siquiera haberme cepillado los dientes.

Era una madrugada bastante fría, y aunque me encontraba encueros de la cintura hacia arriba, a mi piel no le importó nada soportar el rocío que venía junto a la brisa que sacudía la mañana.

 

El tiempo pasaba, y mis ojos tenían su mirada tendida por la calle, como si esperaban ver a alguien que no terminaba de llegar.

 

Al estar con la vista fija por mucho tiempo, mis ojos comenzaron a sentir cansancio por tanto embeleso y buscando distraerlos un poco, guié la  mirada en dirección al espacio y fue entonces cuando descubrí una sombra en forma de pájaro que se movía lentamente en el aire, que no aclaraba distinguirla bien. Y como si se tratara de una traición de mis nervios, entreveces la veía alejarse, a pesar de estar más cerca que en el primer momento.

 

Aquella lentitud con que movía sus alas, fue mucho lo que la tardó en ponerla en frente de mí, pero gracias al empuje que daban los vientos, la distancia se había convertido en nada, y mis ojos se volvieron grandes con el asombro al momento de reparar que se trataba de aquel pájaro urraca que una vez se presentara a mi oficina portando un patuscrito debajo de su ala izquierda. No fue tan difícil reconocerlo, pues todavía tenía guardado en mi cabeza, esos detalles propios de su linaje, que lo hacían ser único en el mundo. Aunque debo confesar, en honor a la verdad, que  de haberme guiado solamente de su fisonomía, habría  sido algo imposible de lograr, pues aquellos ojitos de pájaro sufrido y el océano de arrugas que había en su  rostro, dejaron destrozada toda su belleza, haciéndolo notar un pájaro viejo y cansado, como si pareciera estar viviendo sus últimos días. Sin embargo, al encontrarse parado frente a mí, le dio por sacudir sus alas con mucha energía, buscando aparentar una fuerza que ya no tenía.

 

Con esta visita tan agradable, mi bilirrubina se había elevado al máximo, regándose por todo mi cuerpo, haciéndome sentir grandemente emocionado. Fue tanta mi alegría, que sin darle siquiera mis saludos, lo invité a una copa de vino con el mayor agrado de cortesía nunca ofrecida ni siquiera al mejor de los  humanos. Pero para sorpresa mía, lo vi mover su cabeza de un lado hacia otro, al tiempo que me respondía; no, gracias, en la sociedad de aves no llevamos eso de costumbre, como ocurre en ustedes los hombres, que en toda circunstancia de la vida, resulte mala o buena, recurren a celebrarlo  con el alcohol y el  vino, como si se tratara de la única solución a los problemas. Nosotros los pájaros en su lugar, sólo tenemos el agua, como bebida única y exclusiva y si llegara a ocurrir así  entre ustedes los humanos,  podrían   llegar a ser los seres vivos de mayor longevidad de la tierra.

 

Con esa expresión, pensé que le ponía fin a sus palabras y no fue así, porque se llevó todo un día hablándome en voz alta, mientras yo hacía silencio, para que su discurso pudiera ser oído por todas  las gentes del pueblo.

 

Me comentó aquel fiel amigo, que tenía muchas cosas que decirme, algunas quizás ya conocidas por gran parte de los humanos y otras que tal vez desconocieran, pero que eran de mucha importancia para un mundo moderno que ha tirado al olvido gran parte de su historia.

Le dije que podía empezar por donde quisiera, que era todo oídos y comenzó a hablar tan rápido, que sus palabras casi cayeron encima de las mías. El mentor de la sociedad secreta la trinitaria y propulsor de la independencia e ideólogo de los símbolos patrios, JUAN PABLO DUARTE, dejó en conocimiento de los dominicanos, su gran hazaña como padre de la patria, llegando a definir sus creencias políticas con un pensamiento, ya conocido por todos los hombres, pero a pesar de los tantos ecos que ha retumbado en su cabeza, no ha podido dar pie con bola en la vida práctica de su accionar político. El padre de la patria, dijo “la política no es especulación, es la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”.

No dijo en ningún momento, ni siquiera en el caso más remoto, que se trataba de una profesión o empleo y menos aún que era un negocio ni forma alguna de enriquecimiento.

 

En el diccionario jurídico elemental del jurista Guillermo Cabanellas de torres, 1ra edición, septiembre de 1979, se define como política; “Arte de gobernar, o alarde de hacerlo, dictando leyes y haciéndolas cumplir, promoviendo el bien público y remediando las necesidades de los ciudadanos y habitantes de un país”. Como vemos. Nunca se refirió a que esta ciencia, marcara la solución de situaciones puramente personales, ni siquiera en el caso más particular. Sin embargo, son muchas las personas inmersa en este asunto, que han considerado este campo, como si se tratara de un salto prodigioso hacia la riqueza, donde no solo se aumentan los salarios por antojo, sino que en el curso de su gestión de gobierno, procuraban  hacerse multimillonarios, saqueando a impulso de demonio, toda la riqueza del estado.

 

Con tal razón, algunos filósofos de la antigüedad, fueron claros en señalar, en qué consisten las bases, en las que deben sustentarse toda gestión de gobierno, de las cuales, he considerado prudente destacar, la teoría de platón, sin quitarle ese gran mérito, que habían tenido muchos otros, que obedecían a pensadores de la misma época. Este filósofo tenía la seguridad, de que “no acabarían las desgracias humanas hasta que los filósofo ocuparan los cargos públicos o hasta que los políticos se convirtieran en filósofos”. Por tanto, si hiciéramos un estudio comparado, de la definición duartiana en contrapeso a los conceptos de platón, los resultados fueran de una misma esencia y categoría. En conclusión, caeríamos en el atino de decir, que no ha pasado un solo presidente por la historia política del país, que reúna tales cualidades. Por consiguiente, soy de la convicción, de que no se debe esperar nada bueno de los enganches políticos, de hombres y mujeres que aspiren a ocupar los cargos más altos, sin tener el conocimiento de lo que son las ciencias políticas, aparte de que carezcan de una buena formación moral, que son pilares de garantía para el buen ejercicio de la carrera gubernamental.

 

Las carencias de estos valores, añadidas a la falta de honradez y honestidad, contribuyen en mucho a la corrupción administrativa, y de paso, a la peor desgracia del enriquecimiento ilícito.

 

Cuando el pájaro urraca, había terminado de narrarme estas cosas, me sentí algo conmovido, los pelos de mi cabeza se alborotaron, como si un terremoto hubiera sacudido mi cerebro. Le pedí que parara, que no quería recordarme de tantos gobiernos corruptos que habían pasado por el país, dejando destrozada toda su  riqueza, porque podría conducirme a algo, que no tuviera pensando hacer. Por tanto, preferiría mejor no escucharlas. Todo eso le dije, pero él no quiso callar y siguió hablándome de otros males sociales que vinieron sucediendo a través de los tiempos.

Entonces me dijo: si nos remontáramos a sólo tres cuartos de siglo atrás e hiciéramos una comparación de la vida social, cultural y política de esa época, con los actuales momentos que vivimos, las diferencias encontradas, resultarían casi increíbles, si las mismas no se hubieran dado en las propias narices del hombre. Estos cambios o transformaciones, promovidos  en su mayor parte, por los lazos afectivos, que en los últimos años, han venido desarrollándose entre naciones grandes y pequeñas en el orden mundial, ha dejado mucho que pensar.

Hago la mención de sólo esos tres aspectos, porque es precisamente ahí, en donde ha tenido más percusión, con la promoción de notables ofertas, cuyo motivo y fin perseguido, va más allá de lo que podría llamarse buenas intenciones de cortesía.

La razón que me trae a tratar este tema con tanta seriedad, no quisiera que vayan a pensarse o creerse, que no sienta alguna simpatía por la xenofilia, ni tampoco, que las cosas debieron quedarse estáticas en el tiempo, no, jamás ese concepto ha formado parte en mi creencia, porque sabemos a ciencia cierta, que todo se mantiene en un constante movimiento, ya sea que lo notemos o no, y que  tienden a fluir o cambiar en el curso de la vida. Por lo tanto, toda su conformación viene sujeta a sufrir los cambios o transformaciones devenidos de la propia naturaleza. Sin embargo, esas alteraciones o cambios surgidos en el aspecto social, cultural y político, en mucho de sus casos, son debidos mayormente a las  influencias de las grandes naciones, y la otra, podría atribuirse a lo que la sociedad misma, en una lucha constante de intereses, ha llegado a producir.

 

Nadie podría negar, que el ser humano, movido por fuerzas que responden a intereses muy particulares, haya llegado al extremo, de recurrir al uso de las armas más destructora del sentimiento humano, como lo son la mentira, el engaño y la traición.

 

El afán de riqueza y poder, ha sido para el hombre, el punto clave para desafiar toda clase de peligro con tal de lograrlo,  y es, que llegar a ser millonario cargado de juventud y sin pasar ningún trabajo, sería la mejor oferta que podría ofrecerle la vida. Pero también ha de saberse que en ese mismo paquete, podrían venir envueltos los riesgos de perder la honestidad, la vergüenza e incluso la propia existencia.

La traición, el engaño y la mentira, usados como herramientas para llegar al  poder, generan fatales consecuencias al ser humano, y aunque  crea considerarse vivo, ya es hombre enterrado para los habitantes de un pueblo a quien se le ha mentido y engañado.

 

Esta observación, plantea una de las diferencias de lo que era una nación con consciencia de clase enclavada en el pasado, a lo que es hoy esa misma nación, compuesta por sentimientos modernos donde todo se toma a juego, como si a nadie le importara en lo absoluto el quebrantamiento de sus instituciones. Hoy resulta, que  ser vagabundo, traidor o delincuente, daría casi lo mismo que ser un hombre serio, honrado y honesto. Sin embargo, hace poco menos de un siglo, la conducta moral del individuo, tenía arraigos muy poderosos en la formación de los seres humanos. Eran comportamientos chocantes en la conducta del hombre, y muy reprochables  por su yo interior, pues la moral como tal, era como la propia ley dentro del individuo y este se sentía avergonzado con sólo pensar en la comisión de  algún acto vandálico, porque le temía al reproche que le daba su propia conciencia. Las actividades delictivas y criminales eran muy escazas, porque se le temía demasiado al desprecio que hacía la sociedad, hacia ese tipo de personas, cosas que han venido perdiendo su esencia en el hombre moderno.

 

Quizás la razón de todo, podría deberse más bien, a que en la familia ha existido un gran descuido en la educación de sus hijos,  en las últimas  cuatro décadas, conociendo a fondo, que con la falta de aplicación de este método , no se hace más que rendirle un gran homenaje a la delincuencia. De ahí, que nazca la necesidad, de venerar más al vicio que a su propia familia.

Este defecto social, es lo que acarrea la incrementación del delito y el crimen, que son los peores regalos que se les puedan dar a una nación.

Cuando un pueblo llega al colmo de verse atrapado en ese marco antisocial, la buena formación moral, es como si fuera el peor bochorno para el individuo, y por consiguiente, su grado de honestidad y honradez, serían muy escasos.

Hay otra cosa que también va sumiendo a los pueblos en el atraso, es  la falta de amor hacia los libros, algo que tarde o temprano, los lleva  a conformar una población de ignorantes, donde el pendejo, el idiota y el imbécil son el blanco fácil, haciendo posible que  para cazar a miles, no sea necesario de que se tenga al ojo una buena puntería. Con razón lo de aquella frase que dice: “que cuando la ignorancia traspasa los límites, el cerebro termina acatando todas las ideas, aun la de su propio enemigo”. Con esto no se quiere decir que en “los tiempos del abuelo”, la ignorancia no existía, sería muy exagerado considerarlo así, pero tampoco eran estas cosas las que se esperaban para los tiempos presentes; sino que hubieran menos y no la cantidad asombrosa que  existe en la actualidad.

Pues, el que nuestros abuelos creyeran en la existencia de las “brujas chupa niños” o en el “vacá cuida fincas”, no resultaba exactamente igual, a que después de que diéramos tantas ruedas en el tiempo, se siga creyendo en esas mismas cosas y en otras mucho peores, “como en el caso, de que si naciste en agosto será esclavo de leo, o si fue en el mes de noviembre tendrás que seguir la suerte de escorpión. Y para colmo, llegar a celar o matar a la  esposa, porque  un signo zodiacal te dice que tengas cuidado con una  traición amorosa.

Todas esas cosas, nos llevan a la conclusión, de que estamos viviendo en un mundo donde  la ignorancia se compra por  paquetes, por ser el producto más barato que hay en el mercado.

 

La historia de los pueblos, no debemos perderla nunca de vista, porque tiene tanta importancia como el presente mismo. Es allí, donde toda nación trae guardado sus hechos, sus costumbres y sus grandes valores.

Si ponemos la mente fija en el recuerdo, nos encontraremos con que la buena preparación del individuo, era buscada con mucho entusiasmo y esfuerzo   y el hábito de lectura era como una inspiración que venía del fondo del  alma, sin embargo, hoy se perfila una gran escasez de lectores, ante un creciente número de hacedor de libros, o sea, traducido en otras palabras, es como si se tratara de la peor condena de muerte, el  tomar un libro en las manos  para leerlo, no sabiendo que el verdadero fracaso de cualquier sociedad, siempre está contenido en la misma ignorancia. Hay una frase que dice: “La medicina que cura la ignorancia se encuentra en los libros, sin embargo, son muchos los que la padecen”.

Un pueblo  que no lee, nunca sabrá de dónde viene ni  qué rumbo lleva, y eso está pasando casi en todos los países pobres del globo terráqueo, porque su juventud se ha ido acostumbrando a tener el vicio como brújula, importándoles  más un día de fiesta, que el propio trabajo y que la misma escuela.

 

Hace apenas unas seis décadas, un limpiabotas leía mas periódicos a la semana que zapatos que limpiaba, y no era de ningún asombro que junto a su material de limpieza, hubiera también dentro del cajón, una revista aunque fuera de memin, una  novela de calimán o algún librito cualquiera, para leerlo en su momento de descanso, hasta que le llegara algún cliente. Y aunque vistiera una ropa harapienta, daba gusto conocer el grado de cultura que llevaba adentro. Su escritura y vocabulario eran como de profesionales, pero no de esta época, sino de aquella, que eran completamente buenos.

Hoy, sin embargo, son muchos los académicos que cuelgan un diploma o certificado en su oficina, que fue ganado sólo porque anduvieron de arriba para abajo por los pasillos de un centro de estudio, pero no porque lo tuvieran bien merecidos. Ya que su tosco vocabulario y las faltas de ortografía, podrían arrebatárselo de nuevo.

 

Cuando hablo de profesional, lo incluiría en las diferentes ramas del saber, trátese de médicos, abogados, ingenieros y también de aquel otro que me faltó por mencionar.

Todas estas cosas nacen en su mayor parte, cuando se estudia una carrera sólo para ganar dinero, no para prestar un buen servicio conforme lo requiere la patria, que  es lo que te lleva a la necesidad de tener que aprender bien las cosas.

 

Me comentó el ave urraca, que sólo los libros llevan al hombre al conocimiento, sin embargo, es lo que menos le gusta hacer, y por tanto, con esa inaptitud, serían pocos los pueblos que llegarían a lograr su total independencia. Pues, el que no sabe, o aprende a medias las cosas, siempre se verá en la obligación de tener que depender de aquel que más sabe.

 

Hace alrededor de unos quinientos años, el filósofo, político, abogado y escritor inglés, Francis Bacon, llamado también, padre del empirismo filosófico y científico, escribió aquella frase que dice: “El conocimiento es poder”. El entendía que mientras más conocimiento se adquiría sobre las cosas, más poder tendría.

Mi pregunta es, ¿Tenía razón este hombre de ciencias en lo que decía?, el asunto es, y lo sabe todo mundo, que el conocimiento no llega por sí solo, ni tampoco bastaría únicamente con desearlo, es cosa que necesita de esfuerzo, dedicación y sacrificio y algo de voluntad aunque no fuera mucha.

 

Los pueblos necesitan del progreso y este nace principalmente del desarrollo y capacidad intelectual de sus habitantes, del amor al trabajo y al estudio. Ningún país del mundo ha progresado sin una buena educación y un buen método de enseñanza, tomando esto como proyección, es la única forma en que las banderas de los pueblos podrían levantarse a tal altura, que llegarían a ser vistos desde cualquier otra nación del mundo, por muy lejos que esta se encontrara, y al mismo tiempo, ser dignas del mayor respeto, en obediencia a sus méritos alcanzados y sus grandes logros.

 

Ninguna nación, nació grande nunca, fueron los cerebros grandes de hombres y mujeres los que lograron convertirla en un país poderoso. Quienes lleguen a dudarlo, sólo tienen que examinar sus historias, quizás esto les ayude o contribuya a la fuerza de hacer grandes también las suyas.

Daría mucha pena decirlo, pero es así, el atraso intelectual en que están sumidos la mayoría de los pueblos, se debe a la poca inversión que hacen sus gobiernos en la industria del saber, que son las que llevan a la juventud de cada nación, a conocer y estudiar las ciencias que promueven el desarrollo de todo conglomerado, evitando con ello, que caigan de forma brusca en las drogas y el vicio, que son los peores destructores de la mente humana.

 

No tendríamos razón alguna para existir, si no les pudiéramos dar a la patria la fuerza de levantar su bandera lo más alto posible, meta que jamás podría lograrse, si no se contara con el apoyo total de sus gobiernos, de manera constante y bien sostenida. Sólo así, sus hombres y mujeres, en especial, aquéllas mentes jóvenes de la sociedad, que es  donde descansa la verdadera fuerza  del progreso, podrían obtener esos grandes logros.

Hablando con seriedad, me urge decir, que las cosas que terminaba de enseñarme este pájaro urraca, nunca dejaron de sorprenderme, pues ni yo mismo como ser humano, tenía tanto conocimiento de cosas tan importantes como éstas, como las  poseía él, y al oírlas brotar de su pico por vez primera, me llenaron de mucha fe y esperanza, pero luego recordaba  que la juventud ya no estaba conmigo, que se había ido junto a los años que había vivido, y ahora, sólo era un pobre viejo cansado y abatido, como aquella ave que se encontraba al frente mío. Como él, también tuve la fuerza de sacudír mi ánimo, pensando en  la juventud de mi pueblo, pero noté algo muy malo en ella, y era que tenía su cerebro alquilado a las drogas y el vicio desde hacía mucho tiempo.

 

En ese momento, el pájaro urraca me notó cabizbajo y puso su pata derecha en uno de mis hombros, como de consolación a mi pesar, a la vez que se mudaba a otro tema, en procura de levantar mis ánimos. Esta vez, casi me moría de la risa, de no haberla tenido tan lejos, pues me trajo un relato muy jocoso, como para que  yo me relajara un poco. Aquí me habló de la historia de una familia de clase alta, que su afición gastronómica consistía únicamente en la carne de pájaros. Como este era su plato favorito, las resorteras en aquel hogar, las había de todas clases, pero entre todas  ellas, las más usadas eran las fabricadas por ellos mismos, las cuales eran hechas con horquetas de árbol, dos tirantes elásticos de buena resistencia, especialmente de los tubos de gomas de carro o bicicleta, y con pedazos de suelas de cuero. Los proyectiles, se trataban de pequeñas piedras redondeadas, que sabían colocarlas en el pedazo de suela, y luego halaban con fuerza los tirantes, del largo del brazo hasta su pecho, soltaban la suela y la piedra salía a gran velocidad en busca de su presa.

 

Martín y Rumalda, eran personas acomodadas, por no llamarlas muy ricas. Esta familia no tenía la necesidad de andar matando pájaros para poder alimentarse, pero según su médico privado, era la única forma de que mantuvieran una buena figura y gozaran de un rico vocabulario, para lo cual, les había sugerido alimentarse sólo con la carne de las aves silvestres, porque la carencia de grasa que había en ellas, era la fórmula ideal para poder lograrlo.

Por ser este su plato dietético, provocó en ellos la dificultad de permanecer fijos en un solo lugar, pues en la medida que las aves escaseaban, tenían que migrar a otro sitio que les ofreciera una mejor garantía para su sustento.

 

Adondequiera que se mudaban, gastaban una fortuna en compra de grandes porciones de terreno, dineros, con el que  podrían sobrevivir por largo tiempo comiendo los mejores platos del mundo, pero el afán de tener una figura hermosa y atlética y gozar además, de un fino vocabulario, aquello no les importó nada y decidieron llevar una vida sin rumbo fijo, comprando y cultivando la tierra por dondequiera que iban de todas clases de árboles frutales que fueran  de mucha  atención para las aves. También usaban un espacio para el área de jardinería, donde sembraban gran cantidad de flores para atrapar a los zumbadores o pájaros “picaflor” del que su médico les había dicho que el comerlos, llenaría de filosofía sus cerebros.

 

Las aves silvestres no tenían ninguna escapatoria por muy alto que crecieran los árboles, ni por pequeño que fuera su tamaño, ni rápida su velocidad. La puntería de Martín y su esposa Rumalda, era sumamente certera. Sin embargo, la de su hijo Demetrio, no gozaba de esa peculiaridad, y aunque sus padres, les habían regalado varios resortes traídos “de fuera”, este nunca quiso usarlos en perjuicio de los pájaros y mientras sus progenitores se alimentaban diariamente con ellos, su hijo Demetrio jamás quiso hacerlo, porque aparte de que se trataba de simples pajaritos,  estaba totalmente convencido de que aquel galeno, lo que buscaba con sus recetas, no era más que ordeñar los bolsillos de Martín Cruzado, y doña Rumalda, como lo hacían todos los políticos corruptos cuando llegaban a la silla.

Aquel joven entendía, que todo lo que se movía sobre y debajo de la tierra, se debía a una razón natural que debía ser respetada por todos los seres que gozaran de mayor entendimiento. Esa era la razón de que a su estómago no llegara nunca nada que fuera de esa naturaleza, a excepción de aquellas cosas que en busca de alguna carnada, quedaban enganchada en el anzuelo por su propio gusto. Como llegó a ocurrirles a sus padres, que por ir en busca de saciar su deseo, se propusieron emigrar a otras tierras donde hubiera una gran variedad de aves que le diera más esbeltez a su figura y mejor calidad a su vocabulario.

Cuando emprendieron aquel viaje, Colombia le resultó pequeña, a pesar de la gran diversidad de aves silvestres que  embellecía su paisaje; Brasil le fue igual, lo mismo que Perú y ecuador, sitios donde degustaron los platos más finos y variados de la carne de pájaros.

 

En verdad, me comentó el ave urraca, que no sabía que la naturaleza fuera tan celosa y despiadada cobrando los daños que el hombre  les hacía y que llegó a darse cuenta, aquel día en que Martín y Rumalda, salieron de caza a la zona más profunda de la selva y fueron secuestrados por aves gigantes de patas y picos fuertes y filosos. Luego de aquel apresamiento, fueron llevados a la tribu de pájaros con gran dominio y poder, que eran las aves encargadas de la justicia de los montes. Allí había varios troncos de árbol, donde amarraban a los intrusos para interrogarlos a punta de fuete y arañazos, hasta que llegara la hora de celebrar un juicio donde debían probar su inocencia.

 

Por fin aquella hora llegó y al momento subió un pájaro parecido al águila, que se sentó en el sillón correspondiente al juez, este pájaro era el ave fénix, el  pájaro más viejo en el ejercicio de la carrera judicial de las aves; la barra acusadora, estaba representada por un  ave de gran tamaño que respondía al nombre de avestruz; en la defensa publica, había un ave con pecho de rey, a quien todos llamaban el cóndor; el alguacil de estrado, era un joven pichón que no tenía ningún distintivo, pero sabía que se trataba de él, por el rol de  audiencias que cargaba en sus manos; casi junto al juez, había una pajarita de  secretaria, perteneciente al  linaje de los ruiseñores, sé que era de esa familia, por el pintalabios atrevido que tenía puesto en su pico.

 

El ave fénix, como presidencia del tribunal, miró a la sala con ojos escudriñadores, advirtiendo en el acto, que faltaba un imputado, se trataba de aquel galeno que le había metido en la cabeza a Martín y Rumalda, que la carne de pájaros era la dieta ideal para lograr una buena figura y nutrir las neuronas del cerebro que se ocupaban de la inteligencia. Al momento un telefonema del tribunal llevó el aviso al cuartel de pájaros con  asiento en la ciudad, para que condujeran al doctor figurín, al tribunal de la selva, para que fuera juzgado de manera conjunta con los demás implicados.

Las órdenes no se dejaron esperar, y al momento fueron ejecutadas a luz de rayo, conduciendo al facultativo al  banquillo de los acusados.

De inmediato comenzó el juicio, no sin antes tomar las generales de cada uno, dejando abierta las audiencias en materia penal.

 

La palabra le fue dada al avestruz para que leyera la acusación y si estaba en condición de concluir. De igual forma se hizo con el abogado de la defensa, por si tenía que hacer algún pedimento, el cual, acto seguido, señaló al juez de la causa, que ningún tribunal de pájaros tenía calidad para conocer asuntos que fueran  propios de la justicia humana y por tal razón, carecía de competencia para conocer de la presente acusación y en ese sentido, solicitaba al honorable magistrado, de manera incidental, que se declarara incompetente y ordenara la declinatoria del expediente a la justicia de los humanos, por ser el tribunal de la competencia en razón de la materia.

 

El avestruz, que era un ave con mucha experiencia en materia penal, se opuso de inmediato a ese pedimento, en razón, de que ningún juez de la ley humana, poseía los conocimientos  necesarios de las ciencias ormitológicas, y que además, esta justicia ha sufrido todo el tiempo de ceguera y para colmo, siempre andaba con los ojos vendados, situación que podría dar lugar a que los crímenes cometidos quedaran impunes y en ese caso, era algo que sólo estaba garantizado por el tribunal de los pájaros, que se había mantenido toda una vida con los ojos abiertos. Que propiamente, el hecho de que su diosa de la justicia se mantuviera con los ojos vendados, dejaba reflejado el  gran miedo de tener que mirarse ojo a ojo con el delito y el crimen, como ha venido pasando en los últimos tiempo.

El ave fénix, que sabía muy bien por donde andaba el buen criterio del avestruz, rechazó el pedimento que había hecho el cóndor, acogiendo en todas sus partes sus conclusiones, por ser justas, bien fundadas y reposar en prueba legal.

La palabra fue dada nuevamente a la fiscalía para que concluyera al fondo, quien seguido solicitó al tribunal, la condena de treinta años de cárcel para los come aves de Martín y Rumalda y la misma pena  para aquel obrero de la medicina, por considerarlos culpables de los hechos que se les imputaban.

Luego, la palabra pasó de nuevo al cóndor, como pájaro defensor, para que expusiera sus medios de defensa, quien solicitó enseguida al ave fénix, como juez de la causa, que ordenara la libertad pura y simple de sus representados, toda vez, que el avestruz, como representante de la acusación, no había presentado al tribunal ningún medio de prueba en su contra, que las resorteras encontradas en manos de sus clientes no daban ningún indicio de culpabilidad, por no tener las huellas del crimen y que las mismas, no eran más que una obra de arte de tipo artesanal, jamás usadas para matar pájaro alguno.

 

El avestruz, que vio desplomarse todo su propósito, con la gran defensa que hiciera  el cóndor, no le quedó más remedio que bajar la cabeza al momento que caía al suelo fingiendo un mareo, cuestión de que el ave fénix, ordenara un receso y pudiera de esta forma llegarle algo a la cabeza que le sirviera de ayuda. Por suerte, el doctor figurín, que todavía seguía sentado en el banquillo de los acusados, gritó diciendo; soy doctor, señor juez, yo puedo examinarlo. Estas palabras despertaron las neuronas del avestruz, quien repuso de inmediato, exijo las pruebas de ADN. Concedido, contestó el ave fénix, y Rumalda y su esposo Martín, salieron 98% positivos sangre de pájaros.

Del galeno, no hubo que buscar mas nada, porque habían mas recetas que pájaros muertos, aunque el avestruz, terminó acomodando su pena, bajándola a veinte años de prisión, por haber  ayudado al fiscal a conseguir las pruebas del delito, al pronunciar la palabra “examen” en el momento oportuno.

Allí, en una gayola selvática, vigilados por una ley que nunca se ha vendado los ojos, quedaron Martín, Rumalda y figurín, renegando ir a una corte de apelación, que estaba compuesta por los carniceros más feroces de la selva.

No sé si el pueblo había tenido la gentileza de entender a cabalidad la enseñanza que terminaba de dar este pájaro urraca, quizás si le digo lo que entendí yo, pudiéramos llegar a saberlo mejor, pero sería bueno esperar por el desenlace de otras historias que esta ave silvestre nos tiene guardado.

 

Cuando el ave urraca, se adentró a comentarme la historia de ese juicio celebrado en un tribunal de la selva, pensé que ocurriría como acostumbraba a pasar en el tribunal de los humanos. No porque dudaba de su sapiencia y el buen manejo en esos menesteres, sino, porque era de mi conocimiento que todas las ciencias por muy exacta que fueran, siempre dejaban un espacio vacío en el cerebro que sólo la lectura terminaba de llenar. Pareciera  como si las mismas fueron creadas con ese defecto o si lo trajeran  desde antes de su existencia, para obligar a los hombres a que tengan que complementarla con los  libros. Sin embargo, no sabía que existiera en la selva tanta sabiduría y conocimiento, que sirviera de aprendizaje  a las gentes del pueblo.

Esto fue lo que me vino a la cabeza, en lo que aquel pájaro se preparaba para contarme otras de sus historias.

Esta vez se refirió a un pájaro político, que viajó desde un simple montecito donde vivía, para instalarse en la selva, capital de las montañas, con el fin de involucrarse de forma directa con el “mundo de la politiquería”, y de esta manera conquistar la presidencia en la sociedad de pájaros.

Los principios políticos de esta ave, estaban infectado de la avaricia desde cuando apenas era un pajarito que ni siquiera sabía limpiarse las nalgas, pero al ver la forma fácil en que se hacían ricos los demás pájaros que llegaban al poder, decidió formar un partido al vapor, para agrupar a las demás aves del monte, que todavía conservaran la cara de pendejos. Aquello fue monstruoso lo que pasó allí, pues resultó ser el partido más grande de la historia, sólo bastó con que a las aves de pluma fina, les ofreciera altos cargos en las instituciones del estado, nidos propios a los pájaros de los comités de base y dirigentes medios, que no tuvieran hogar propio donde vivir, y tarjeta de solidaridad a los demás pajaritos que estaban pasando hambre.

 

Los que nunca habían tenido su cobija, se volvieron locos de alegría; los que no tenían posición alguna, regaron lo poco que tenían de capital, a las aves más pobres, con la intención maldita de recogerlo por saco después, cuando fueran dueños del poder; y los que estaban muriendo del hambre, se soñaban con la esperanza de tener sus estómagos satisfechos aunque fuera por un día.

 

Aquel pájaro demagogo, que aspiraba a presidente, se había aprovechado de aquella cantidad de ignorarles, que sabían distinguirse en la sociedad, por su gran carencia de conocimiento y su forma dócil de caer en la trampa.

Esa falta del saber, hacía que los pueblos no se conocieran  ni siquiera así mismos, llegando a ser conformistas a todo lo largo y ancho de las ciudades. Así esperaban cada cuatro años, hasta que volviera cualquier pelafustán y les llenara la cabeza de promesas, ofertando comida al hambriento, posición al avaro y techo al  descubierto.

Las urnas se abrieron, y al otro día, ese pobre pueblo ya no podía sacar su voto de aquel cajón, donde había quedado atrapada su esperanza. Después de un tiempo, las promesas fueron echadas al olvido, y ningún pájaro había tenido la construcción de su nido; las tarjetas de solidaridad eran como el hambre misma pelando los dientes y las posiciones eran del disfrute de las aves de pluma fina, que como el propio gobierno, llegaron a hacerse multimillonarios, cargando con la riqueza del pueblo, que luego iba a parar a bancos chinos, españoles e ingleses.

El peso oro dejó  de existir y el que había quedado en su lugar, tenía menos valor que una guayaba podrida. Ahora, eran muchos los infelices que  caminaban por el pueblo con las alas en la cabeza, maldiciendo a un gobierno de pájaros, que dejaba enterrada su fe y su esperanza. Por suerte, que no era un gobierno de humanos, donde la justicia se desvanece frente al poder y las relaciones.

Aquellas aves hambrientas, recurrieron a jueces del monte, que no vendían su conciencia y una fiscalía que sin ningún miedo agarraba con fuerza la espada de  la ley, enfrentando a delincuentes y ladrones.

 

Aquel tribunal, estaba compuesto por un juez nuevo, que conocía mucho de lavado de activo y delitos de alta tecnología, cosas de las que muchos jueces no tenían conocimiento, pues los mismas se aprendían en las naciones grandes de esas mismas de donde vinieron una balsa de máquinas que pusieron a descansar los cerebros humanos, para que sus neuronas se tostaran por la falta de uso, y no pudieran rescatar el valor de su moneda, del oro y la plata, del cobre y la bauxita.

 

Me comentó el ave urraca, que se le había olvidado señalar, que en aquel salón de audiencia, había un pájaro fiscal, experto en crimen avanzado, pues esas mismas naciones les habían puesto un nombre nuevo al mismo crimen de un tiempo atrás.

Me señaló esta ave, que un robo, seguiría siendo robo, aunque se hubiera cometido con alta tecnología, que a la sociedad de aves no le interesaba, que fuera de alto o bajo calibre, lo importante era que se hiciera justicia y que no quedara impune, como acostumbraba ocurrir en la ley de los humanos.

En fin me dijo aquel pájaro urraca, que había también en el tribunal una secretaria que escribía con muchas faltas de ortografía y un alguacil que no sabía bien leer.

Con el pecho parado de “picapleitos”, había un pájaro de pico largo, que pertenecía a la defensa pública.

 

El juicio apenas había empezado y ya el pájaro defensor estaba buscándole cinco patas al gato, solicitando al juez, el aplazamiento de la presente audiencia, en razón de que no había completado el estudio del expediente y que en caso de que fuera denegado, se estaría incurriendo en una violación al derecho de defensa de su cliente.

El juez, rechazó el pedimento, en virtud de que había transcurrido más de un año, en que el ministerio público le notificara la querella y además, era la tercera vez que había solicitado lo mismo. Sin embargo, en cuanto a este pedimento, me dijo el ave urraca, que el abogado de la defensa tenía mucha razón en solicitarlo, porque se trataba de un caso muy complejo,  que aparte de que  habían varios funcionarios implicados en el hecho, las violaciones eran demasiadas, las cuales iban desde alteraciones de facturas de compras de medicamentos de  hospitales hasta los más grandes desfalcos de la cosa pública, nacidos de contratos atrevidos con firmas internacionales. Pero el juez ya no podía volver atrás, después de haber hablado por sentencia.

 

En fin, le cedió la palabra al ministerio público para que concluyera, y este, después de hacer una buena motivación, solicitó al juez, que fueran condenados a una pena de treinta años de trabajos públicos y al pago de una multa de veinte millones de pesos oro, para ser cumplidos en la cárcel principal de la selva.

 

Entonces, el magistrado se dirigió al pájaro de la defensa, invitándole a concluir, quien con gesto de un buen litigante, había pedido al tribunal, que la fiscalía terminaba de dar un salto al vacío con la presente conclusión, toda vez que no había ofertado al plenario ningún medio de prueba que arrojara luz al presente proceso sobre el hecho puesto en causa, que lo único que buscaba la fiscalía con ese aparataje, era enterrarlos políticamente, y en ese sentido, era una obligación del tribunal, de ponerlos inmediatamente en libertad, dictando un no ha lugar en favor de sus clientes, ya que  la pena solicitada y también la multa, eran mal fundadas, improcedentes y carentes de base legal, en razón, de que ni la pena de trabajos públicos ni la multa en pesos oro, estaban estatuidas en el código penal.

 

-El juez, para que el fiscal no siguiera metiendo “la pata”, le negó el derecho a las réplicas, y se levantó del sillón, para irse a deliberar.

 

Al momento volvió a la sala de audiencia, diciendo: doy entero crédito a la magistral defensa que hiciera en este plenario el abogado de la defensa, elogio firmemente la forma profesional en que se ha manejado en el curso del presente proceso, en donde sus ex ponencias han sido tan claras y precisas, que  obligarían a cualquier juez, a tomarlas en consideración para otorgar un descargo puro y simple; en especial, cuando la fiscalía, que era la encargada de romper la capa de inocencia de los imputados, no hizo más que sembrar incoherencias en el juicio, que no hicieron otra cosa que robustecer en gran parte al abogado de la defensa, como si se tratara de un ministerio publico vendido a precio de favores. No obstante, en ese caso, me veo en la obligación como juez de la causa, a rechazar los treinta años de trabajo públicos, que solicitaba la fiscalía, sin embargo, entiendo y veo con claridad, que el abogado de la defensa  no ha justificado a este tribunal, qué pasó con todos esos millones que faltaron en su gestión de gobierno, siendo ellos los únicos responsables de salvaguardar la cosa pública, como forma de garantizar la confianza que el pueblo le había depositado. En este sentido, me veo obligado como juez de la causa a examinar con mucha seriedad, este punto oscuro que no ha sido aclarado en este plenario, y en consecuencia, los considero civilmente responsables de los daños y perjuicios sufridos por el pueblo, por tanto, en lugar de condenarlos al pago de una multa de veinte millones de pesos oro, hago la pertinente variación, y los condeno en nombre de este pueblo, al pago de un día de cárcel por cada peso oro de multa. Así lo ordeno, mando y firmo.

 

Me comentó el ave urraca, que  aquella decisión cansó mucho revuelo en la sociedad de aves, llegando a ser aplaudida en cordilleras, montes y valles, donde quedaban jueces y abogados que vivieron enamorados del código de procedimiento criminal, mas hubo una parte de abogados y jueces modernos, que llevaron sus críticas por todo el mundo, en  especial, a aquellas naciones de la nueva  generación,  que vivían inventándose un sin número de cosas nuevas, para luego vendérselas a un precio muy caro a los pueblos más pequeños.

Fueron esas mismas potencias, las que llegaron a inventarse, que si corregía la mala acción de un hijo, podría causarle un daño psicológico y moral que interrumpiría su buen desarrollo, como si sus padres tenían que dejarlos a rienda suelta, sin castigar sus malas acciones.

Mi pregunta es, ¿y quién más que sus padres para sentir el dolor de cualquier desgracia que les pasara a los hijos?, pero no, ahora los vástagos tienen hasta su propio código del menor, y hay de ti si llegaras a corregirlo de forma drástica dándole su jalón de orejas, porque podrían acusarte de maltrato o violencia familiar. Con razón, aquellos países donde había menor índice de delincuencia juvenil, la ola de crimen, el irrespeto y la falta de moral, había llegado a un crecimiento tan alto, que la patria no podía dormir tranquila, con la ola de atraco, robo y muerte que había por sus calles.

En la sociedad de pájaros, no hicimos ningún caso a esas recomendaciones, ni llegamos a crear ningún código de la mierda, que venga a quebrantar los derechos del padre en la buena crianza de sus hijos. ¿O acaso Juan José y Daña Manuela, no llegaron a corregir nunca a su hijo Juan Pablo Duarte, e incluso a darle sus nalgadas y sus jalones de orejas? ¿No lo hizo también don Pedro y doña Nicolasa con Gregorio Luperón y don Miguel y Francisca con Juan Sánchez Ramírez, ¡¡claro que llegaron hacerlo!!, en esa época, no hubo nadie que se escapara de esas reprimendas, que iban desde el uso de una rama bien ripiada, las chancletas o las correas y hasta el guayo y la piedra. Sin embargo, créase o no, aquella crianza, que hoy se cree obsoleta, fue lo que marcó la diferencia, de que gocemos en la actualidad de una nación libre y soberana, y de mejor templanza moral.

Esa gloria patria, fue debida a esos hombres que cuando niños, vivieron bajo el marco de corrección de sus padres, y a pesar de los fuertes castigos, nunca perdieron la brújula de llegar a ser verdaderos hombres de historia. Entonces, que no venga a decirme a mí nadie, que la corrección a un niño, haciéndole saber que la ley más fuerte en la casa descansa en las manos de sus padres, le resultaría de tropiezo para su buen desarrollo.

 

En los hogares modernos, he visto a hijos enfrentar a sus padres de la forma más atrevida, faltarles al respeto con mucha frecuencia e incluso hasta írseles encima con grandes provocaciones y amenazas, que han sabido terminar con lesiones de muerte.

Como pájaro, respeto mucho las buenas intenciones que están envueltas en algunos tratados psicológicos, que vienen rodando de los países grandes con el propósito de dar escuela a los pequeños pueblos del mundo. Como si estos carecieran de costumbres propias y de sensatos ideales. Pero la culpa de todo esto, no la tiene ningún pueblo, sino que llegan arrastrados por corrientes políticas en contubernio  con sus gobiernos, y legisladores, que no son capaces de crear sus propios modelos y hacer ejemplares conquistas.

Como ave silvestre, siento mucha pena por los humanos de mentes pequeñas, que mientras no renuncien a ese bajo estatus, las grandes mentes le impondrán sus ideas, les inyectará sus principios y le hará cambiar a la fuerza sus costumbres.

Son muy pocos los pueblos de américa, a los que no se les ha mezclado su cultura con las de otras naciones, a tal punto, que ni siquiera sabría distinguir cuál es la suya.

 

Por suerte, nosotros las aves seguiremos siendo pájaros libres, en un futuro que estaría lleno de esclavos por todas partes, y no me refiero al trabajo de minas con grilletes en los tobillos, porque aunque este resulte inhumano, existen muchos que los son más peores, y pasan desapercibidos por la conciencia de los hombres, como lo es el tapón en los oídos que se ponen la mayoría, para escuchar los disparates desde una maquina o teléfono celular, o pasarse un día entero oyendo los trabalenguas que repiten un mundo de obscenidades, creyendo que son canciones.

 

En verdad, que jamás me había pasado por la mente, que hubiera tanta sabiduría en una cabeza tan pequeña y menos en la de un pájaro, que  aunque había tenido la suerte de conocer  parte de sus vivencias en tiempo atrás, sin embargo, esta vez me había dejado atónito, al hablarme con tanta propiedad, de cosas tan grandes y valiosas, que de no haber venido de su pico, nunca las hubiera creído. Lo más trascendente de esto, era la certeza infinita en que exponía sus palabras, diciendo una que otras historias sin siquiera hacer un receso o dar un simple tartamudeo. Sus expresiones iban enlazadas a ritmo de un orden que nunca dieron  paso al silencio, como si estuvieran aprendidas de memoria. Una de las cosas más emocionantes, fue cuando me dijo que él había presenciado una audiencia en un tribunal del pueblo de los humanos, donde un ex presidente se había reído de la justicia, haciendo creer al juez, que había abandonado la silla, sin clavarse un sólo centavo, y que sus acompañantes, habían salido del poder más pobre que cuando entraron.

 

En ese mismo momento, de decir aquellas palabras, ocurrió lo mismo que pasó en la crucifixión de Jesucristo, el cielo se puso negro y se hizo una tarde tan oscura como la noche en donde nadie allí podía verse. Las plagas cundieron el tribunal de arriba a abajo, pero como también eran negras, confundiéronse en la oscuridad y se marcharon juntos con el gobierno, aplaudiendo su libertad.

Me comentó este pájaro, que esas cosas sabían ocurrir con mucha frecuencia y que venían dadas como señal, cuando un juez dejaba en libertad a un culpable o cuando condenaba a inocente.

 

En aquella tarde negra, el pueblo se llenó de luto al ver la justicia morir e sus ojos, por causa de aquel magistrado que a sus años de juez, todavía llevaba la creencia “que si llovía con el sol afuera, era porque una bruja se estaba peinando”.

 

Al  presenciar este hecho tan descabellado, mi uso de razón me llevó a preguntar, de qué clase de neuronas estaba compuesto aquel cerebro; pero como él, eran muchos los que habían en el pueblo, que sólo los nombramientos los hacían  magistrados.

Recuerdo de aquella tarde, que nada valió para que el pueblo llegara a ver a ese malvado ocupando la celda más oscura de una perra cárcel. Ni siquiera las oraciones que hice, ni los dedos en cruz pronunciando su nombre, todo esto me resultó en vano, hasta las maldiciones que dije, y los improperios que pronuncié, ninguna cosa de estas me sirvió de nada.

Entonces sentí mucha rabia desde aquel momento, al ver que ni siquiera la prensa, tampoco habló más de esto, como si la tinta de su pluma se hubiera secado por no usarla nunca en beneficio de la humanidad.                     

 De aquel suceso, sólo quedó latente el runrunear de la conciencia del pueblo, que a lo largo de los años, también se moría con su propia gente y luego nacían más pendejos de la misma semilla, como si fueran cosas de un padecer eterno.

De aquel escenario tan horrendo, vinieron traumas a mi cabeza, cuando vi ir a ese hijo de puta por culpa de un juez, que ni siquiera se percataba del valor de la gruesa cadena de oro que bajaba de su cuello, que era más valiosa que el costo en que saldría al día de hoy, la construcción del reloj público de San Fernando de Montecristi; y que su mirada ciega, jamás se percató del reloj de lujo que traía en la muñeca, que tenía más valor que lo que se había gastado  en la edificación del faro a Colón.

 

Yo sí que pude verlo todo desde la ventana por donde entraba la brisa a aquel recinto, como también me di cuenta, cuando el señor fiscal escondía los papeles donde estaban las pruebas que le había dado el pueblo, y aquellas treinta años de cárcel que fueron esfumados por el cambio de carro que le habían ofrecido.

 

Sé que soy un pájaro del monte, al que nadie quizás haga caso, y tal vez, tampoco les interese leer estos relatos, pero quiero que sepan que nacen de lo más sincero que llevo dentro. Tampoco quiero que piensen que guardo alguna desconfianza con las enseñanzas ofrecidas por sus ciencias políticas y jurídicas. Todo lo contrario, de lo que temo realmente es de la falta de capacidad intelectual y el desconocimiento de cultura general que ha en algunos letrados. Pues no bastaría con que conozcan los códigos al dedillo, con esto sólo se estaría preparado para saber qué o cuál pena aplicar, que son cosas muy distintas de lo que se puede deducir del conocimiento que aporta la cultura general en el dominio de las cosas, que es lo que tiende a darle a los hombres el mayor factor de inteligencia para un mejor discernimiento.

 

Aquel día cuando vi esa orden de libertad comprada, me fui tras ellos mirando desde arriba, para espectar de cerca cuan bien lo celebraban en esas altas torres, lugar donde acostumbraban practicar y esconder sus mañas, me fue fácil divisarlo todo, viendo con mucha claridad, donde miles de botellas de la vieja cosecha de los mejores vinos, desde un Vega Sicilia, Royal Tokaji Essencia y el famoso Aurumred, esperaban en silencio en grandes mesones, hasta que llegaran los dueños del mundo.

Después de aquel festín, que inició con gran desperdicio, se vieron miles de botellas rodando por el piso, con tanta sobra adentro, que podrían abastecerse por un año entero, pero sus  borracheras llegaron a ser tan grandes, que de tanto beber, aquel buen vino llegó a “saberle” a mierda.

Allí se quedó desperdiciado  en gran abundancia, todo el dinero que faltaba para llenar los hospitales de medicamentos y  con lo que podrían comprarse los platos de comida que venían ausentados  de la casa del pobre, desde hacía mucho tiempo. Entonces, sentí que el dolor y mis lágrimas sacudieron mi pensamiento, sacando de mí un espantoso resuello que me convirtió en comunista de la noche a la mañana, cuando vi aquel pueblo que esperaba tranquilo la hora de su muerte.

La rabia se hizo fuerte y tomó mi memoria poniéndome a pensar en ese fusil con el que antes soñaban los verdaderos revolucionarios, pero mis patas de pájaro no tenían fuerza para levantarlo. Sólo por eso, nunca apareció escrita mi valentía en la historia de los humanos.

 

Siguió comentándome el ave urraca, que no fueron pocos los enemigos que bajaron de lo alto, apuntando sus armas contra él, cuando llevó su voz de alerta a la sociedad de pájaros, advirtiéndole del peligro que se correría con la escogencia de presidentes y ministros que crecieran de la debida preparación moral para garantizar un buen gobierno. Pareciera como si ellos mismos no se consideraran aptos para dirigir y hacer un gobierno ejemplar. Sin embargo, los pájaros y pájaras del pueblo, que vivían bajo el hechizo de la ignorancia y en un conformismo eterno, convertían a cualquier pájaro malnacido en presidente, aunque después anduvieran con las manos puestas en la cabeza, ya que un huevo sancochado, significaba para ellos, la solución de todos sus problemas.

 

Me siguió comentando, que en varias ocasiones había llegado a denunciar la corrupción administrativa, pero que era un tema, que resultaba ser hasta pasado de moda para muchas de las aves, pues la mayoría de ellas, ni siquiera les  hacía caso, porque al ocurrir de forma tan corrida y constante, ya se había convertido en una costumbre y el pájaro o pájara que no robara en su gestión de ministro o de gobierno, no recibía ningún aplauso del pueblo al abandonar la silla.

Así mismo pasaba cuando les hablaba en contra del consumo y comercio de drogas, a nadie le importaba esa vaina, era como si el mundo de pronto se  hubiera puesto del revés, y a los pájaros les  importara una cosa como la otra; fundir sus cerebros en el veneno del vicio o fracasar a destiempo en la corta carrera que ofrecían los carteles. En fin, un pájaro sin “cojones” no pedía abordar este tema, porque la delincuencia había llegado a tener más poder, que los conferidos a un gobierno por la Constitución, si no es que pudieran andar juntos por ahí agarraditos de las manos.

 

De robos y atracos u otros delitos de tipos antisociales, a veces valía más pena callarse la boca, que mencionarlos, porque  recibiría los ataques de pandillas, a las que la propia policía de pájaros tenía que huirles, porque poseían más armas que el propio cuartel general de la sociedad de aves.

Llegaban momentos, en el que las autoridades, siendo los dueños de la justicia y del orden, tenían que negociar casi a beneficio de mitad  con los malhechores, porque de irse a las fuerzas, podrían terminar con el pulso en el suelo.

Frente a esa debilidad de la ley, la sociedad de pájaros, también se iba haciendo delincuente para poder salvar su pellejo, no quedándole otra salida que tener que apretar bien los puños para defenderse del agresor, ya que su esperanza en la ley, cada vez se veía más desgastada, por ir perdiendo el apoyo que esa institución le ofrecía.

Llegué a darle tanta mente a esa situación, que me puse a culpar a los jueces de ineptos, atreviéndome a decir “que el conocimiento de la ley que tenía un juez, por muy amplio que fuera, no le era suficiente para llevar a cabo la aplicación de una justicia efectiva, si no acudía con urgencia al uso del buen criterio que le ofrecía su conciencia”. Esas cosas surgieron de mi cabeza de pájaro, cuando vi a muchas aves condenadas a veinte años por el simple hecho de haber defendido sus propias vidas y sus derechos legítimos. Pareciera como si hubiesen copiado de aquello que rezaba el código penal de los humanos, que decía “que nadie podía hacer justicia con sus propias manos”. Pero, qué otra cosa podría hacer un pájaro, si el sistema judicial donde vivía, no le garantizaba el mas mínimo respeto a sus derechos, incluso, el de la propia vida?

 

En medio de aquella situación, me propuse llevar mi fe y esperanza envueltas en el silencio a la espera de que amaneciera algún día viviendo en un mundo nuevo, pero mi pueblo seguía siendo el mismo a través de los años, y en nada cambiaba, permitiendo que los valores sociales permanecieran en un contante desequilibrio, donde la moral y la costumbre lucían quebrantadas, por los actos desvergonzados de pájaros, pájaras y pajaritos, que no sentían el mas mínimo respeto por la constitución y las leyes.

Estos casos, me llevaron lejos en el pensamiento y logré irme a los tiempos de antes, en donde nada de eso pasaba, ni siquiera en el caso más remoto se veía ocurrir, el que un hijo le faltara al respeto a sus padres o que levantara un arma contra él. Los atracos tampoco existían y si por cualquier desliz de la  moral, alguien intentaba robar algo, se cubría el rostro entero, dejando apenas los simples orificios para su vista hacia fuera, porque no aguantaba la vergüenza de que alguien supiera de quién se trataba. Eran así las cosas en aquel tiempo.

Recuerdo que cuando era yo un pajarito de corta edad, Salí de mañanita con mi cajón de limpiabotas, con miras de conseguir el pan diario de la vida y ocurrió, que fue un día en el que llegó la noche sin que parara de llover. No pude limpiar a nadie siquiera un par de zapatos. Sentí tanta hambre en mi estómago, que llegó a nublar mis ojos y el juicio por completo. Metido de cabeza en mi propia calamidad, se me presentaron dos opciones de las que sólo debía elegir una sola de ellas. Robarme una cajetilla de cigarrillos de una paletera que había en el frente de una casa, para luego cambiarla en un colmado por pan y salchichón o irme de regreso al nido con el estómago vacío y dejarme morir de hambre. Si les estoy contando esta historia, creo que estaría de más decirles por cuál de las dos me decidí.

Sería bueno confesarles, que desde ahí en adelante mi conciencia jamás se mantuvo tranquila, sentía que mi yo interior me reprochaba cada día que miraba mi cajón de limpiar zapatos y aunque había pasado mucho tiempo de aquel acto ilícito, la conciencia no quería dejarme en paz. Era tanto así, que hasta me decidí en cambiar de trabajo, a pesar de me gustaba mucho, sólo para ver si lograba suprimir un poco ese ataque de  conciencia que me embargaba. Sin embargo, hoy el gansterismo social y político, había llegado a quebrantar casi todas las  instituciones del estado, y digo casi todas, porque a nadie le gustaba ir en socorro de aquellas que por estar en bancarrota,   estuvieran necesitando de una mano amiga que las levantara, pero nunca aparecía ese político valiente que quisiera salvar la patria, sino encontrarlas en buen estado para saquearla. Sin embargo, la propia justicia, en lugar de condenar al culpable, sólo había sabido convertirlos en grandes héroes.

Yo sabía que la justicia tenía sus defectos, pero no creía que fuera tan depravada, conociendo que era la única garante del orden y la estabilidad social de los pueblos. También entendía que era ciega y hasta llegué a sentir admiración por ella en algún momento, pero después de saber que también se hacía rica con la misma economía que producía el delito y el crimen, aquel amor que sentía por ella, lo cambié por el rencor que ahora llevo adentro.

 

Todas esas cosas desagradables me pusieron a pensar, que un país donde las instituciones estuvieran  regidas por criminales de carrera y  representadas  por mandatarios y legisladores que sean portadores de una misma ideología, también el poder judicial que deviniera propiamente de ellos, no serían más que un grupo de hombres quebrantados de conciencia, que no sustentarían con verdadero ahínco, el concepto empírico que predominaba en el uso de la toga y birrete. Partiendo de esta tesis, se caería en la necesidad de tener que entender, que en una sociedad donde los tres poderes del estado se encuentran totalmente desgastados, no existiría un solo día  en el que el crimen y el delito dejara de salir  a las calles a causar sus fuertes ataques.

Ha de saberse también, que en todas naciones donde haya un poder judicial debilitado e inseguro, un sistema político obsoleto y demagogo y un poder legislativo de mentes atrasadas y carcomidas   por la ignorancia, jamás faltarían los conflictos y la inestabilidad social, la corrupción institucional y el desorden.

Siendo así, tampoco podríamos pedirles a ningunos de ellos que acudieran  en socorro del pueblo, porque ni siquiera ellos  estaban en condición de brindarse a sí mismos los primeros auxilios.

Producto de esa impotencia en que vivía la sociedad, surgían grupos vandálicos, con un nuevo estilo de crimen y delito que la mantenía en el peor desasosiego de tener que aguantar en silencio los ataques malditos de la delincuencia.

 

En verdad que jamás me había pasado por la cabeza, cosas tan insólitas como las que me había dicho esta ave, y  hasta me atrevería a señalar, que habría que tener un corazón muy resistente para que las historias de este pájaro, no causaran al hombre ninguna conmoción que sacudiera su ánimo, o al menos, hacer la diligencia de examinar a fondo la verdadera causa de su pobreza.

Otra cosa que hizo conmoverme aún más; fue cuando me habló de la isla donde vivía, que para muchos de sus habitantes, dizque estaba dividida en dos partes, pero eso era para el que la mirara solo desde lejos, pues los que permanecían adentro de ella, sabían que se encontraba dividida en tres: las aves de color negro que ocupaba un pedazo de tierra al otro lado de la frontera, y la otra parte de la isla que también estaba virtualmente dividida. De un lado vivían los pájaros pobres en un completo abandono, alimentándose del aire, por tratarse de ser algo natural que no podía venderse, no, porque no quisieran hacerlo, sino porque la madre naturaleza se los tenía prohibido. Después todo lo demás, tenía un precio tan alto que llegaba hasta el cielo.

Los sueldos o salarios de los obreros, eran tan miserables que se gastaba en la compra de la purina del perrito Chihuahua que tenían en la casa.

Nacer en ese lado oscura de la isla, era como padecer de la angustia y el sufrimiento eterno. El morir al nacer, resultaba de más ganancia, que si se  juntaran todos los sueldos de una larga vida, y se los devolvieran al triple.

Sin embargo, en la otra parte de arriba, parecía como si se tratara de una copia fiel de lo que son las maravillas del mundo; sueldos de lujos, alimentos importados de gran calidad, grandes mansiones y altas torres, carros y jeepetas  del  año, aviones y yates privados y grandes cuentas de ahorros en bancos asiáticos y europeos.

¿Quién discutiría que no se tratara de una isla que estuviera dividida en tres partes: las aves de raza negra que vivían al otro lado de la frontera, las aves de pluma fina, que vivían en la parte de arriba en altas torres y los pájaros infortunios, que ocupaban la otra parte de tierra, donde la pobreza  causaba los más grandes estragos.  Esa era la verdadera realidad de la isla, donde las provincias más lejanas  a la ciudad, vivían al amparo de la “gracia de Dios”, porque las únicas fuentes de trabajo con las que contaban, vivieron gobiernos de mentes ignorantes, que se pusieron a firmar contratos de privatización con  pájaros de mentes muy desarrolladas, que supieron jugar un buen ajedrez poniendo ellos   todas las reglas.

En este momento, pasó a hablarme de su propia historia, que nada tenía que ver con lo que terminaba de explicarme. Aquí lo vi humedecer sus ojos con agua de tristeza, sin embargo, seguía hablándome haciendo poco caso al dolor que sentía por dentro.

Me dijo que un día por la tarde, mientras sus padres charlaban con él, en la rama de un arbusto, muy cerca de donde estaba el nido, una piedra salida de una resortera, alcanzó la cabeza de su padre, y que cayó al suelo sin vida. En ese momento, su madre le ordenaba que entrara a su nido, y cuando volvió a salir de allí, también ella, yacía sin vida junto a su padre. Luego, apareció un hombre carente de piedad, quien los echó en una bolsa que colgaba a sus espaldas y se los llevó. Desde ese momento me quedé huérfano de padres, y para colmo, sin techo donde vivir, pues varias de las piedras que lanzó aquel criminal, se llevaron parte del nido, dejándolo casi al descubierto.

Por ser apenas un pichoncito carente de fortaleza, me costaba mucho trabajo reconstruirlo y allí en una de sus ramas soportando sereno, sol y agua, pasaba mis noches y mis días.

Para olvidarme un poco del hambre que pasaba y de la falta que me hacían  mis padres, me propuse hacer un cajoncito de madera para echar los materiales de limpiar zapatos e irme a un parque que me quedaba cerca de aquel arbusto que me servía de techo con sus grandes hojas, y tratar de ganarme la vida limpiando calzado.

Había árboles más frondosos que el mío, sin embargo, era en aquel arbusto donde en sus ramas, todavía se encontraba manchitas de sangre de la que derramaron mis progenitores, aquel  día fatal en que ocurrió su muerte, por eso nunca quise separarme de él.

Recuerdo que no tenía ropa adecuada para salir a la calle y menos a un parque donde se daban cita tantas figuras connotadas, pero se trataba de mi supervivencia y no podía dejarme morir.

Cuando empecé mi labor, me presenté ante una gran cantidad de pájaros, con unos pantalones que tenían más agujeros que los que tuviera aquel guayo que mi madre me había dejado de herencia en la cocina.

A veces por algún descuido mío, las risas de las pajaritas me advertían de que estaba enseñando mí parte íntima y al percatarme, aquello me resultaba de mucha vergüenza.

Los tenis que llevaba puestos en mis patas, los recogí un día de un basurero, que ya venía con un sicote ajeno que al juntarse con el mío, era la misma fórmula del veneno, pero al menos podrían evitar que me ensuciara las patas o que llegara a resbalar con los desperdicios que tirara al suelo, algún pájaro político.

Mis alas, no llegaron a ponerse nunca nada de olor, ni siquiera el de una desodorina, que era el más común de los quita grajo  de un tiempo muy atrás, por lo que tenía que volar sin abrir mucho mis alas, para hacerme un favor a mi mismo de que  pudiera sobrevivir.

En fin, para qué te cuento, si también como yo, eran muchos los pajaritos que andaban en la misma situación.

Viviendo en esa forma, llegué a darme cuenta que la pobreza nunca había sido amiga de nadie, y sus maltratos eran tan crueles, que si no hubiera existido primero que ella, la honestidad y la vergüenza, nadie la soportaría ni siquiera  por un rato. Sin embargo,  aunque me había dejado sin nido y sin comida, me enseñó a caminar por el mundo con mucha valentía, y a no sentir envidia por la suerte del rico.

Me olvidaba decirte, que ese rechín que salía de mis alas y aquel sicote que brotaba de mis patas, había anunciado mi llegada al parque, haciendo que todos los dejaran abandonado. Hasta los que esperaban por citas amorosas también se fueron, otros que se marcharon fueron los políticos y los que sin muchas ganas leían el periódico. Sin embargo, vi a un solo pájaro quedarse allí, se trataba de un ave que vestía saco y corbata de las que usaban los intelectuales. Al no verlo  marcharse huyendo de mi presencia, me dio a entender que no era político, ni tampoco un pájaro cualquiera. Más bien, se parecía a una de esas aves que le gustaba mucho leer, porque le vi un periódico en sus alas, al que no le quitaba la vista de encima. Sus patas las tenía cruzadas, con un gesto de pájaro de mucha clase o de creerse algo más que eso. Pensé preguntarle si quería limpiar los zapatos negros que tenía puestos en sus patas,  pero no quise ser imprudente con interrumpir su lectura. Entonces busqué una forma de hacerme notar, ocupando la parte vacía de su banco. Cuando reparó mi presencia, pensaba que haría lo que habían hecho los demás, pero nada de esto ocurrió, al contrario, sintió mucho agrado con verme a su lado.

Me dijo, soy abogado, ahí entendí el porqué de no sentir repugnancia por mí, era un pájaro que conocía la constitución y sabía tratar a todo el mundo con la misma igualdad y derechos.

Me pidió que limpiara sus calzados y después que lo hice, no quiso pagarme en efectivo, me montó en su vehículo y me llevó a dar un paseo por una de las tiendas de la ciudad, me compró ropa, zapatos y desodorante, y entonces me dijo, ya nadie podrá huirte. Como tú, yo también pasé por esa etapa de la pobreza. Puede ocurrir que por dentro nadie tenga nada de especial, pero si anda bien montado, ya sólo eso le arrebataría la atención a cualquiera, ese es nuestro mundo, en donde nadie se fija en la parte humana, sino en la vanidad  y la fantasía.

No resultaría de asombro, si llegáramos a ver una cucaracha metida en un buen traje, para esconder la sucieza que llevaba adentro y pretender conquistar el mundo, pero una vez logrado, enseñaría desde arriba sus tres pares de patas largas, que aunque se las cortara, nada evitaría que lo siguiera siendo.

Eso fue lo que me dijo ese pájaro abogado, pero yo desde pichón había aprendido que los defectos no se ocultaban, se corregían, y cuando terminó de hablar, le devolví con mucha cortesía, la ropa, los zapatos y el desodorante que me había comprado, pues si tenía que ocultar mis defectos para triunfar, era mejor quedarme con mi ropa harapienta, mi grajo y mi sicote, que eran la parte humana, que mis padres muertos, me habían dejado de herencia.

Cuando el pájaro urraca terminaba de hacerme este comentario, me dijo que quería referirse a una institución de la sociedad de aves, que si no estaba entre las más importantes, entonces, habría que reconocerla como una de las más necesarias en obediencia a la función que ejercía. Y aunque para otros, quizás no les pareciera así, a  él, le  resultaba algo más que eso. Se refería a la institución policial de pájaro, pero, que antes de adentrarse a ese comentario, quería hacer una antesala, con la historia de un pájaro loco que llegó a desplumarse por completo en plena vía pública, y comenzó a dar vueltas en forma de espiral como Dios lo trajo al mundo.

Aquello se convirtió en un gran desorden de un momento a otro, por las ocurrencias de aquel pájaro.

Los pájaros y pájaras del entorno, se agruparon haciendo mucha algarabía, y sus fuertes gritos irrumpió el silencio de toda una cuadra.

Al rato llegaron los pájaros policía con miras de restaurar el orden. Lo primero que salió del oficial de patrulla fue una pregunta, que nadie contestó por el bullicio, esta fue: qué pasa aquí? Pero al no tener respuesta del público, entró a la fuerza seguido de los demás. Cuando vieron que se trataba de aquel pájaro sin juicio, le entraron a macanazos y patadas de la forma más cruel y despiadada, hasta dejarlo inconsciente.

Luego de aquel abuso, un pájaro turista que pasaba por allí, en repudio a ese maltrato, optó por desplumarse y al exhibir su cuerpo al desnudo le decía a la policía: abusadores por qué no me lo hacen a mí, para mandar a quitarles los uniformes a todos?

La policía se intimidó, y respondió diciendo: sabe por qué no lo hacemos con usted, porque estamos al frente de un pájaro con juicio.

Quería contarte primero esta historia, me dijo el pájaro urraca, para que pudieras entender lo que te voy a contar ahora. _ Una institución policial, requiere de una conformación de pájaros y pájaras de buena semblanza, en su historial de costumbres, aparte de que sea un ave respetuosa, debe ir ligado a ello, la vocación de servicio, conocer el valor que tiene su escudo y su bandera, la honestidad y el respeto ciudadano. No todos los pájaros estarían preparados para llevar ese uniforme, pues les quedaría muy grande a una cantidad increíble, cosa que sería de gran peligro para una nación.

Como pájaro de experiencia, puedo asegurar, que como llega la corrupción al palacio de gobierno, al congreso y al poder judicial, por la puerta ancha de un recinto policial, podría entrar con más facilidad. Es por eso que no se debería confiar en nadie, sin primero valorar o requerir de una depuración de carácter exhaustivo, que promueva la entrada de cualquier pájaro al ejercicio de tal o cual oficio. Sin este método, puesto como ante sala a una institución, sea ésta cual fuere, no me atrevería en poner en marcha ningún nombramiento, y más en aquellas que son de  tan alto prestigio, como lo tiene la carrera militar y policial.

Los valores de la patria, los garantiza sus instituciones, y con ella, cada uno de los miembros que las conforman, desde el que ocupa el cargo más insignificante, hasta el que ostenta la función más alta. Para ella, son todos importantes, en razón de que constituyen un solo cuerpo, y por lo tanto, cualquier desequilibrio o debilidad que presenten los de abajo, por muy simples que sean, tendrían percusiones muy graves en la institución entera.

Los uniformes militares, son cosas muy sagradas, que no debería confiarse a cualquier pájaro. Sus insignias y sus armas tampoco, por ser contenidas del mejor valor moral de una nación. Por consiguiente, su celo debería ir más de la simple intención de cualquier pájaro, en querer  usarlos, si no lograra añadirle a esto como requisito fundamental, la honestidad, la honradez y su amor a la patria.